6.1.09

Era tan hermoso.

Era(n) tan hermoso(s).

La luz roja, nuestras piernas entrelazadas. Mía recta, suya, mía, suya. Brazo sobre mi cintura. Caras a 5 centímetros. Yo jugueteando con el vello de sus piernas, estirándolo y dejando que vuelva a su sitio. Estirándolo y dejando que vuelva a su sitio. Una y otra vez, una y otra vez.

Alto y delgado como un junco. Flexible y risueño. Nebuloso. Fabuloso.

No quiero recordar.

Él a contraluz, en nuestra primera habitación. Desnudo, erecto, precioso. Mi David. Con su perfil lleno de significado, su espalda ancha, sus hombros definidos, sus manos tan masculinas, su cadera, su cadera, su miembro perfecto, sus piernas fuertes. Mío entero.

Intento envolverlo como puedo. Lo abrazo con todo el cuerpo. Miro su nuca, siento su calor, lo siento respirar. Hablamos. Se levanta y lo veo alejarse. Tan fuerte, tan potente, tan poderoso. Con sus piernas que eran dos veces las mías. Con todo su cuerpo que era dos veces el mío. Tan grande y tan pequeño, tan fuerte y tan tierno. Tan único y tan primero.

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