19.1.16

Y de nuevo, y de nuevo, y de nuevo.

No soy nómada. No soy viajera. No soy trotamundos.
Que me haya visto obligada a emigrar no significa nada. Si fuese una elección, quizás la haría. Pero nunca lo fue.

Esta no tendría por qué ser mi vida. El desarraigo permanente, el volver a empezar cada pocos años. El no poder relajarme nunca. El tener que dejar mi casa y mi familia una y otra vez.
Yo creo hogares, hago nidos.

Ciudadana del mundo siempre fue un eufemismo para no pertenecer. A ninguna parte. A nada.
A los 16 años perdí todo (y no, "la gente siempre está" no es así. Lo sabés cuando hace años que no hablas con tu único primo porque no tienen nada que decirse, cuando tu abuelo te despacha rápido por teléfono porque sos una desconocida, cuando hace años que sólo sabés qué es de la vida de tus mejores amigos de la adolescencia a través de Facebook, con suerte)
A los 18, me fui a estudiar a Sevilla. El cambio fue menos radical, aunque las cosas no volvieron a ser igual.
A los 24 pasé un año en Manchester, y me alejé de todos.
A los 25 me mudé a Edimburgo, y tardé un año en hacer amigos.
A los 28 me estoy mudando a Bristol, y ya no le veo el sentido a crearse una vida acá, sabiendo que en los próximos dos años (o uno, o tres) toca volver a empezar.

¿Cómo hacer amigos sabiendo que, una vez más, vas a tener que despedirte? ¿Cómo no hacerlos, sin saber hasta cuándo vas a estar en un lugar?
Soy temporal.
Y no puedo. Me niego. Me niego a seguir dejando gente atrás, a tener que despedirme de todo y todos, al llanto intermitente durante las semanas previas a cada mudanza, al volver a empezar como si esta sí, esta es la definitiva.
Porque no lo es. Nunca lo es.
Y yo ya perdí demasiado como para seguir intentándolo

6.8.15

Primeros.

Alguna vez me pregunté cuál sería mi primer amor. Aquel que recordaría como mi primer amor.
¿Mi primera relación sexual? ¿Mi primera pareja? ¿Mi primer enamoramiento, total y completo, de los que te dejan sin respiración?

Ya tengo la respuesta.
Mi primer amor, el primer amor, es aquel al que no podés evitar volver, y revisitar, y pensar en él, y sonreír cuando algo bueno le pasa y tenés noticias suyas y te llama por nombres cariñosos porque para él también siempre vas a tener un lugar en su vida.
El primer amor es aquel que se transforma y crece, y deja de lado lo que pasó o no pasó y los errores que los dos cometieron, las expectativas que no se cumplieron, incluso los recuerdos de su tiempo juntos.
El primer amor es el que te calienta el corazoncito cuando pensás en la persona, no como era y lo que era en el pasado, si no lo que es ahora, después de las décadas y los cambios y los años sin hablar casi.

Mi primer amor es un chico de dieciocho años que me hacía sentir segura y llena de posibilidades, que me empujaba a más aunque yo no quisiera, que hacía que quisiese ser mejor por él.
Mi primer amor es un chico de veintisiete años que me sigue llamando "bonita", que me invita a café cada vez que coincidimos, que me mira con cariño mientras le hablo de mi casa y mi gato y mi novio y mi trabajo, que siempre tiene una sonrisa enorme y un abrazo de oso para mí, que comparte su vida conmigo como si nos hubiéramos visto el día anterior, aunque hayan pasado seis meses.
Mi primer amor es mi amigo, mi familia, mi orgullo.

15.6.15

Romance is dead.

Y ahí estábamos, caminando por unos acantilados preciosos en una escapada de último momento que él propuso, cuando me dijo que nos sentáramos un rato.
Y ahí fue cuando me dí cuenta de que la situación se salió totalmente de mi control.
Porque durante unos cinco segundos, pensé (de manera estúpida, ingenua y de haber visto mucha televisión) que me iba a pedir que me casara con él. Que había planeado todo el fin de semana, y el paseo, y los acantilados y el sentarse para poder darme algo que recordar, algo mejor que lo que mi mamá tuvo con mi papá (una esquina y un autobús).
Y sabía que era imposible y que era una tontería y que no iba a pasar, y a la vez tenía la esperanza y sabía mi respuesta.

Porque ya no hay vuelta atrás.

13.6.15

Olas.

"Hola" de "Me acabo de despertar".
"Hola" de reconocimiento.
"Hola" de bienvenida.
"Hola" de "Por fin..."

2.6.14

El problema de volver a casa un mes de vacaciones es que empezás a plantearte qué vas a hacer con tu tiempo, y te das cuenta de que ya no tenés mucha gente con la que pasarlo, y que cada vez tiene menos sentido volver.
Y entonces te das cuenta de que tampoco es que tengas mucha gente con la que pasar el tiempo donde estás, y que tu vida está mucho más vacía de lo que pensabas.
Y duele.

1.5.14

Carnal.

El problema es que nadie sabe cómo son otras relaciones por dentro.

Las películas y los libros no son reales. Y nadie te cuenta los detalles crudos y sangrientos de sus relaciones.
Entonces no sabés si es normal.

Si todo esto, si este desajuste, si lo que siento es normal y va a pasar.
O si se va a quedar así.

15.3.14

Y si me dejás de mirar desaparezco.

Antes tenía placeres simples, pequeños. 

Antes, mucho antes, eran cosas como ir a comer pizza y mirar escaparates con mi mejor amiga una vez por mes. Solía incluir helado en el McDonalds y un sitio cuyo nombre llevo cerca de un año intentando recordar, que vendían a porciones una de las pizzas más picantes que probé nunca.

Antes, más o menos por la misma época, comprar una mandarina e irmela comiendo de camino al IVA era el colmo de la felicidad. O facturas. Una vez fue un tomate. Comer y caminar y el olor a mandarina que me seguía a lo largo de todo el día. Cuando todavía las mandarinas estaban en la estación correcta para mí.

Antes, pero un poco después, empezó a ser ir a la sierra con una amiga a escuchar a la (horrible y desafinada) Banda de Trompetas y Tambores de mi pueblo tocar. No íbamos a eso, pero lo terminábamos haciendo. 

Era la misma época de las noches de verano interminables, de acostarse borracha en el suelo a ver las estrellas, del alcohol y los besos y las pocas consecuencias. De ir de excursión y traducir cosas del latín, y de traducirles a otros cosas del latín y sentirse importante, poderosa, conectada con algo por eso.

Después, pero aún antes, fueron los paseos por la ciudad más bonita del mundo para hacer fotos, las tradiciones anuales de picnic, las sesiones de fotos temáticas y con motivo, y las sesiones de fotos espontáneas que terminaban conmigo columpiándome medio desnuda en el jardín infantil de abajo de mi casa. Los caminos con música, mirando el agua. Los videos para clase, los trabajos, la creatividad, el no poder dormir porque la energía no me dejaba. El verme reflejada en un cristal y sentir que esa era yo, con el pelo y los ojos y la energía que salía por cada poro. Las tardes de estudio en verano, medio desnuda en la habitación en la que me sentía reina. Las conquistas sexuales, las conquistas amorosas, el tener siempre algo que contar, el sentir que podía, que era, que crecía con las relaciones sentimentales, con las relaciones personales, con las relaciones profesionales. El ser feliz con cosas básicas como caminar por al lado de la Catedral. El decidir hoy que hoy a la noche me cruzaba el país porque había conocido al posible futuro amor de mi vida (y en muchas maneras, no estaba equivocada).

Ahora soy otra. De esa época, de esas épocas, sólo me quedan cosas. La sensación que me produce el que me huelan las manos a mandarinas. Miles de fotos. Amigos para siempre. El calor sevillano. El olor de los azahares y la dama de noche al volver a casa. Las estrellas enormes e infinitas encima de mi casa en verano. La necesidad de hacer fotos. Las historias descabelladas de aquella vez en la que... El reflejo de lo que era en lo que la gente que me conoció en esa época piensa de mí, piensa que soy.
Ahora tengo un trabajo de verdad que no me deja tiempo para explorar(me). Tengo facturas que pagar, un piso que mantener, un futuro en el que pensar. Una relación estable que intento con todas mis fuerzas no sabotear (y no siempre lo consigo). Los mismos amigos, pero más lejos y más distanciados.
Ahora tengo miedo. Miedo de equivocarme, de arriesgarme, de dejar mi trabajo para intentar hacer algo con el título que conseguí por pasión. Miedo de volver a empezar, porque ya lo hice demasiadas veces.
Ahora estoy estancada. Ahora no tengo claro quién soy. Sé que no soy esa chica de pelo infinito y mirada eléctrica, porque no hay nada eléctrico en mí.
Puedo escuchar a Chicomar diciéndome que puedo, que puedo salir y puedo hacer, y que soy la caña, y encantadora y todas esas cosas que llego a creer cuando él me las dice. Porque no busca nada, porque siempre me conoció mejor que yo misma, porque quizás sí.
Pero no sé por dónde empezar. No sé cómo. No sé si puedo volver a ser esa. A vivir la vida de a pequeños momentos. 
Porque tengo 26 años y nunca me sentí más insegura que ahora. Nunca quise con más miedo. Nunca me arriesgué tan poco. Nunca me sentí tan perdida. Nunca tuve tantas ganas de llorar sin motivo.

Porque tengo 26 años y no sé cómo volver a casa.

13.2.14

Hoy, el día antes de San Valentín, cientos de hombres atractivos, de esos que paran (mi) tráfico, vinieron a la tienda a la que trabajo para comprar tarjetas y chocolates a sus parejas.

Hoy, el día antes de San Valentín, Ulises me despertó diciéndome que me quería al oído.

No me podrían importar menos los hombres que paran el tráfico.
A veces, con cierta luz y cierta cantidad de alcohol en el cuerpo, miro a Mr. Big y consigo recordar porqué lo quise tanto durante tantos años.
Porqué no podía alejarme de él, porqué éramos imanes que nunca podían separarse demasiado del otro, porqué no conseguía superarlo del todo.
Ese magnetismo animal ya no existe. Los cambios, el tiempo, otras personas han cambiado eso.
Y me alegro.
Ahora soy mía y no de él.

5.1.14

Serendipia.

Es increíble lo fácil que es no haber conocido a alguien una vez que te parás a pensarlo.
Si no hubieses hecho determinado curso, si no te hubieses ido a trabajar a determinada ciudad, si no te hubieses hecho amigo de alguien...

Todas esas vidas no vividas, todas esas personas que podrían no haber existido para vos.
Hace que te des cuenta de la suerte que tuviste de haber hecho todo lo que hiciste como para tenerlas en tu vida.

28.12.13

Hace dos años, algo que empezó como nada terminó siendo mucho.
Estoy con una persona que me da seguridad, con la que no tengo que ocultar o cambiar quien soy, que no tiene miedo de demostrar sus sentimientos, que me hace reír y llorar de alegría, con la que puedo tener conversaciones totalmente honestas sobre cualquier tema.
Alguien que, por primera vez, me lleva a plantearme que quizás soy suficiente, que quizás no necesito cambiar drásticamente para que alguien me quiera, que quizás soy una buena persona, y una persona interesante que no necesita demostrar nada.

No sé cómo sería mi vida sin él, y no quiero descubrirlo.
Porque me hace más. Querer ser más, aspirar a más, relajarme más.
Contrarresta mis humores y mis ánimos y mis arrebatos, y me muestra que podría ser diferente, pero que no tengo que serlo.

No significa que todo lo anterior haya sido malo.
Pero por primera vez siento que puedo relajarme totalmente y dejar de intentar controlarme, y sentirme mal cuando no lo consigo.

Me quiere como soy, y yo lo quiero como es.
No hay nada mejor que eso.