24.6.11

Más misoginia.

Llevo años intentando demostrar que no soy como esas, como ellas, esas arpías sin corazón que juegan con los hombres, que histeriquean, que manipulan intentando tenerlos a sus pies.
Años siendo una persona medianamente equilibrada (en mi relación con ellos, no en mi vida), una persona que dice lo que quiere y cómo lo quiere, que se enamora hasta las trancas y lo demuestra, que intenta cambiar lo que duele y hace daño a la otra persona.
Pero según la opinión pública no me he transformado ni en una ni en otra, sino en una devora-hombres que tiene demasiadas relaciones, que alardea sobre ellas, que se parece más al prototipo de hombre ganador/mujeriego de lo que debería, porque es una mujer.
Una mujer que debería mantener su reputación, tener cuidado con lo que habla en ciertos lugares, que no tiene derecho a quejarse si sus “múltiples” relaciones la ponen en situaciones comprometidas.
Lo más doloroso es que los reproches vienen de alguien que estuvo del otro lado, que yo creía que me entendía y me aceptaba como ningún otro, alguien al que le gustaba que fuese como soy, con el que comparaba a todos los otros en materia de tolerancia.
Las cosas cambian.

11.6.11

Época de exámenes.

Dos veces al año nuestra sociedad genera una nueva especie: los estudiantes universitarios. Cualquiera podría argumentar que los estudiantes universitarios existen a lo largo del año, pero no. Es sólo en febrero y junio que los llamados “estudiantes”, de hecho, estudian.

Estos zombies, pálidos y ojerosos, pasan semanas de aislamiento. Salen de casa tan temprano que el sol no brilla, y vuelven mucho después del atardecer. Faltos de sueño, las pocas horas que duermen se sienten culpables, por lo que no descansan. Esto se traduce en susceptibilidad y delirios generalizados.

Podrán reconocerlos fácilmente en cualquier supermercado (junto con las bibliotecas, su único contacto con el mundo exterior). Se los verá comprando bebidas energéticas, café, productos de limpieza, bollería, pizzas, comida pre-cocinada o congelada. Si es verano, productos dietéticos. Si es invierno patatas fritas y caramelos en cantidades industriales.
También los delatan las marcas de las gafas en la nariz, las mochilas llenas de apuntes, y en los casos más extremos, el pelo atado con descuido, la sospecha de que se vistieron con lo primero que encontraron en el suelo y, en invierno, los pijamas que asoman por debajo del abrigo.

Su comportamiento es de lo más peculiar. Las neuronas, sobrecargadas de tanto esfuerzo, tienen problemas para realizar la sinapsis, por lo que se olvidan de las palabras, se ríen como posesos de cosas sin gracia, hablan con palabras rimbombantes, explican a todo el que quiera escucharle conceptos científicos, van por ahí dando saltitos y buscan cualquier excusa para celebrar lo que sea.
Deseando contacto humano, los verás salir de madrugada a sacar la basura, eufóricos por abandonar las cuatro paredes en las que estuvieron confinados todo el día.
En junio también se los puede encontrar mendigando cajas de cartón en los comercios a las nueve de la mañana o tirando a la basura bolsas y bolsas llenas de papeles: durante esta época también se están mudando.

En cuanto a su vida en el hogar, se recomienda a los padres no visitarlos: la limpieza no es una prioridad. Milagrosamente todos desarrollan sistemas inmunológicos capaces de sobrevivir en ese ambiente, por lo que nunca enferman.
Sus horarios y formas de socialización con sus compañeros de vivienda también se ven trastocadas. Comerán a la una de la tarde o a las cuatro, pero no entre esas horas. Tomarán siestas a las siete de la tarde y cenarán a las dos de la mañana. Pasarán horas encerrados en sus habitaciones, y el único momento en el que se relacionarán con sus compañeros de piso será por la noche, cuando coincidan todos en las zonas comunes.

A pesar de que suelen relacionarse sólo entre ellos, manteniendo conversaciones ininteligibles para el resto de la raza humana, se recomienda a la población general que se mantenga alejada: pueden ser peligrosos, o al menos, desconcertantes.

5.6.11

Me han visto desnuda. Nos hemos besado. Hemos hecho el amor. Hemos follado. Me han acariciado. Han compartido mi vida. Nos hemos hecho fotos. Nos hemos escrito cosas de amor. He viajado con ellos. He hecho locuras con ellos. He vivido con ellos. Ellos han sido mis amigos.
Ellos son mis amigos.
Eso es lo que importa ahora.
No todo lo que haya pasado entre nosotros.
Lo que importa es que son mis amigos. Son mis amigos porque estuvieron ahí en parte de mi vida, porque me conocieron como nadie pudo, porque guardan mis secretos así como yo guardo los suyos, porque vivimos muchas cosas juntos, porque podemos contarnos de todo.
Parte de ellos es pasado, un pasado en el que no estoy por alguna razón.
Parte de ellos es presente, un presente al que recurro porque me conocen más que nadie.
Son mis amigos, y eso no cambia nada.