12.12.11

Sucede que me canso de ser.

Me canso de no saber dónde estoy parada, de los juegos que significan cosas diferentes para cada uno, de volver a casa sintiendo tu mano en mi rodilla, de no saber cómo hablarte, cómo explicarte, cómo hacer que entiendas que no sos quien creés que sos, que tenés más para ofrecer de lo que pensás, que la única manera de que la gente deje de verte como solías ser es que dejes de actuar como el misógino que eras, y empieces a actuar como la persona madura y con su propia moral que sos ahora.

Me canso de luchar para mantener lo que tenemos, de hacer todo el esfuerzo, de recibir migajas de tu atención, de preguntar "¿cuán alto?" cuando me pedís que salte.

Me canso de ser la única que está en esta relación.

30.10.11

Cosas que nunca te dije (pero aún puedo hacerlo)

Eras, a falta de palabras mejores, un digno adversario.
El que podía ponerme en mi lugar.
El que me empujaba a ser mejor.
El que lograba que reconociese mis errores.
El que sabía cómo era y lo respetaba, pero no dejaba que me saliese con la mía.
El que estaba a mi nivel.

Eras mi igual. Los dos luchábamos por dominar, por lo que ninguno lo hacía.
Lo único que desequilibraba la balanza de poder era la diferente intensidad de nuestros sentimientos por el otro.

Eso es lo que busco. Alguien se sepa sacar lo mejor de mí, que sepa manejar lo peor, que me haga mejor persona.
Un reto, un desafío, una oportunidad para crecer.

20.9.11

AzulRojo.

Cuando se despertó, ya estaba ahí.

No era un dinosaurio, como cualquiera supondría.
Era de nuevo eso. Esa especie de pesadez en la planta de los pies, ese pinchazo
debajo de la costilla flotante derecha.
Salió de la cama y supo lo que pasaba.
Era una de esas mañanas en las que no le daría tiempo a desayunar, viajaría
aplastada entre viejas que se creen mejor que ella y probablemente llegaría tarde. La
cosa no terminaría ahí, no: tendría que aguantar horas interminables de cháchara sin
sentido y probablemente algún documental de esos que no sabés si matarte, matar al
profesor o entrar en furia berserker y acabar con toda la clase. Seguro que llovería.
Tendría que pasarse los ratos muertos mirando las gotas, y las nubes, y las trombas
de agua. Sin paraguas, claro. Aparecería algo a último momento y llegaría a casa a las
17, famélica, chorreando y después de haber metido el pie hasta el tobillo en un
charco de agua turbia. Todo para encontrarse con que volvió a entrar agua en su
habitación (con la ventana cerrada, por supuesto) y que se acabó la bombona: adiós
comida rica y ducha calentita. Intentaría estudiar, pero estaría tan cansada que se
quedaría dormida y se sentiría culpable el resto de la tarde. Para cuando lleguen las
21, sólo querría meterse en la cama y arroparse la cabeza con una manta.

Entonces le llegó ese mensaje. Y sonrió.

“Chica roja, no estés blue”


Sunday blues.

Como náufragos, deambulábamos entre libros y tabasco, entre palillos chinos y merchandising de Star Wars, entre galletas importadas y destornilladores.
Como zombies, veíamos sin mirar, pasando de objeto en objeto, concentrándonos sólo durante unos segundos. Nos cruzábamos, nos chocábamos y veíamos en el otro el reflejo de nuestra propia expresión. Todos buscábamos algo, una distracción, una adicción, un entretenimiento.
Éramos domingueros desesperados por que fuese lunes.

En el hilo musical sonaba Billie Holiday

Fact XXVIII.

Echo de menos el sexo sucio, desordenado, de condones en el suelo, de revolcarnos en una cama llena de sudor y semen, de pantalones sin ropa interior para salir de la habitación.

7.9.11

¿Cómo habríamos sido si esa noche, la primera noche, hubiese pasado algo entre nosotros?
¿Habría un "nosotros"?
¿Existiríamos siquiera?

4.8.11

Twist.

Era raro verlo y saber que no era mío, verlo y no poder tocarlo.
Tener que escondernos para hacer lo que hacemos siempre.
No poder decir ciertas cosas.
Amordazar a los demás como medida preventiva.

Era raro no poder mirarlo como siempre.
Verlo interactuar con alguien nuevo, de otra manera.
Sentirme cohibida, acomplejada, inferior a.

Pero aún así seguíamos siendo nosotros.
Aún así vino y me susurró lo que sabía que necesitaba escuchar.
Aún así algo me impulsó a buscarlo y disculparme, y cuando nos miramos supo que tenía que disculparse también.
Aún así buscamos la manera de ser nosotros sin hacer daño.

Nosotros y los otros.
Y eso no cambia.

Fact XXVII.

Lo que más me molesta es no tener a nadie a quien contarle ciertas cosas, ni ningún sitio realmente privado.

A she.

La observo. Su cuerpo, sus movimientos, sus palabras.
Intento descubrir por qué ella sí y yo no, por qué logró lo que yo quería.
A pesar de gustarme mi posición actual, permanente, no como a la suya.
Pero no puedo evitar pensar en la historia, en los recuerdos, en las imágenes, en las fantasías, y en como ella ahora está donde estuve, pero mejor.

¿Qué es preferible?
¿Algo efímero pero pleno o algo permanente a medias?

1.8.11

Fact XXVI.

No hay nada peor que enfrentarme a la novia (perfecta físicamente) de Mr. Big mientras yo estoy en bikini.

28.7.11

Estoy jugando a no pensar

Pero aún así no puedo apagarme el cerebro por las noches.

24.6.11

Más misoginia.

Llevo años intentando demostrar que no soy como esas, como ellas, esas arpías sin corazón que juegan con los hombres, que histeriquean, que manipulan intentando tenerlos a sus pies.
Años siendo una persona medianamente equilibrada (en mi relación con ellos, no en mi vida), una persona que dice lo que quiere y cómo lo quiere, que se enamora hasta las trancas y lo demuestra, que intenta cambiar lo que duele y hace daño a la otra persona.
Pero según la opinión pública no me he transformado ni en una ni en otra, sino en una devora-hombres que tiene demasiadas relaciones, que alardea sobre ellas, que se parece más al prototipo de hombre ganador/mujeriego de lo que debería, porque es una mujer.
Una mujer que debería mantener su reputación, tener cuidado con lo que habla en ciertos lugares, que no tiene derecho a quejarse si sus “múltiples” relaciones la ponen en situaciones comprometidas.
Lo más doloroso es que los reproches vienen de alguien que estuvo del otro lado, que yo creía que me entendía y me aceptaba como ningún otro, alguien al que le gustaba que fuese como soy, con el que comparaba a todos los otros en materia de tolerancia.
Las cosas cambian.

11.6.11

Época de exámenes.

Dos veces al año nuestra sociedad genera una nueva especie: los estudiantes universitarios. Cualquiera podría argumentar que los estudiantes universitarios existen a lo largo del año, pero no. Es sólo en febrero y junio que los llamados “estudiantes”, de hecho, estudian.

Estos zombies, pálidos y ojerosos, pasan semanas de aislamiento. Salen de casa tan temprano que el sol no brilla, y vuelven mucho después del atardecer. Faltos de sueño, las pocas horas que duermen se sienten culpables, por lo que no descansan. Esto se traduce en susceptibilidad y delirios generalizados.

Podrán reconocerlos fácilmente en cualquier supermercado (junto con las bibliotecas, su único contacto con el mundo exterior). Se los verá comprando bebidas energéticas, café, productos de limpieza, bollería, pizzas, comida pre-cocinada o congelada. Si es verano, productos dietéticos. Si es invierno patatas fritas y caramelos en cantidades industriales.
También los delatan las marcas de las gafas en la nariz, las mochilas llenas de apuntes, y en los casos más extremos, el pelo atado con descuido, la sospecha de que se vistieron con lo primero que encontraron en el suelo y, en invierno, los pijamas que asoman por debajo del abrigo.

Su comportamiento es de lo más peculiar. Las neuronas, sobrecargadas de tanto esfuerzo, tienen problemas para realizar la sinapsis, por lo que se olvidan de las palabras, se ríen como posesos de cosas sin gracia, hablan con palabras rimbombantes, explican a todo el que quiera escucharle conceptos científicos, van por ahí dando saltitos y buscan cualquier excusa para celebrar lo que sea.
Deseando contacto humano, los verás salir de madrugada a sacar la basura, eufóricos por abandonar las cuatro paredes en las que estuvieron confinados todo el día.
En junio también se los puede encontrar mendigando cajas de cartón en los comercios a las nueve de la mañana o tirando a la basura bolsas y bolsas llenas de papeles: durante esta época también se están mudando.

En cuanto a su vida en el hogar, se recomienda a los padres no visitarlos: la limpieza no es una prioridad. Milagrosamente todos desarrollan sistemas inmunológicos capaces de sobrevivir en ese ambiente, por lo que nunca enferman.
Sus horarios y formas de socialización con sus compañeros de vivienda también se ven trastocadas. Comerán a la una de la tarde o a las cuatro, pero no entre esas horas. Tomarán siestas a las siete de la tarde y cenarán a las dos de la mañana. Pasarán horas encerrados en sus habitaciones, y el único momento en el que se relacionarán con sus compañeros de piso será por la noche, cuando coincidan todos en las zonas comunes.

A pesar de que suelen relacionarse sólo entre ellos, manteniendo conversaciones ininteligibles para el resto de la raza humana, se recomienda a la población general que se mantenga alejada: pueden ser peligrosos, o al menos, desconcertantes.

5.6.11

Me han visto desnuda. Nos hemos besado. Hemos hecho el amor. Hemos follado. Me han acariciado. Han compartido mi vida. Nos hemos hecho fotos. Nos hemos escrito cosas de amor. He viajado con ellos. He hecho locuras con ellos. He vivido con ellos. Ellos han sido mis amigos.
Ellos son mis amigos.
Eso es lo que importa ahora.
No todo lo que haya pasado entre nosotros.
Lo que importa es que son mis amigos. Son mis amigos porque estuvieron ahí en parte de mi vida, porque me conocieron como nadie pudo, porque guardan mis secretos así como yo guardo los suyos, porque vivimos muchas cosas juntos, porque podemos contarnos de todo.
Parte de ellos es pasado, un pasado en el que no estoy por alguna razón.
Parte de ellos es presente, un presente al que recurro porque me conocen más que nadie.
Son mis amigos, y eso no cambia nada.

28.5.11

Humbert Humbert.

Lo conocí cuando tenía 16 años.
Padre de un compañero mío del IVA, era nuestro acompañante en nuestro viaje de fin de curso.
Nosotros nos quedábamos en carpas/tiendas de acampada, mientras que él, a sus 45 años largos (probablemente 50), se quedaba en un bungalow, donde todos nos duchábamos haciendo turnos.
Él, sentado a la mesa de la cocina, escribía en su portátil. Nosotros esperábamos a que los demás terminasen.
Un día, mientras esperaba a una amiga, decidí agarrar el libro que estaba encima de una pila de libros que había sobre la mesa. La prisión de Cronos.
Dijo que era la primera que agarraba un libro. Y así empezó todo.
Estuvimos cuatro horas hablando de libros, escritura, mi futuro viaje a España, la vida. Me mostró cosas que escribía. Me hizo sentir bien conmigo misma, adulta, interesante.
Me prestó el libro, me invitó a una cerveza, me hizo partícipe de su mundo.
Cuando se fue, me dejó el libro y su dirección de mail para devolvérselo.
Quedamos en la cafetería Homero Manzi. Él, tanguero, no podía haber elegido un lugar mejor.
Llegué sintiéndome rara. Pero una vez ahí lo supe. Había algo entre nosotros, algo que iba más allá de edades y cuerpos, algo que nos conectaba y nos hacía sentir en sintonía.
Simplemente encajábamos.
Apostó conmigo que iba a escuchar un tango en menos de un año, por nostalgia. Si yo ganaba, me regalaba La prisión de Cronos. Gané, pero nunca recogí mi premio.
Durante un año y medio nos escribimos e-mails.
E-mails donde le contaba mi adaptación a este extraño país al que ahora considero mío, mis amoríos y aventuras. Él me hablaba de su ex mujer, sus amores, sus hijos, su primera nieta.
Hablábamos de la vida, del amor, de la filosofía. Me mandaba textos, propios y ajenos, me recomendaba libros, me mostraba pedazos de lo que él era y de lo que yo, casi sin darme cuenta, me he terminado convirtiendo.
Él creía en el amor sin ataduras, en la honestidad como la única fidelidad, en disfrutar a cada paso.
Decía que yo no debería existir pero existía, que era una cosa que lo atraía y que por eso me temía, decía que me daría todo lo que quisiera, que se entregaría si era lo que quería, decía que vivía dentro de él para siempre. Me besaba con palabras, con intenciones.
Me llamaba hermosa, divina, preciosa. Me veía llena de vida, florecida, maravillosa.
Decía “me gustaría jugar con vos, como si fuéramos chicos los dos, muy chicos. Me gustaría tener días totalmente abandonados, sin ocupaciones, en una casa llena de piezas y con un parque grande, sin nadie más. Con comida de sobra, sin teléfono, una video grabadora, una TV, una filmadora, y sin órdenes, ni tareas de ningún tipo, sin relojes, dedicados sólo a jugar sin límites, sin saber del mañana, ni hablar del pasado, inventado un presente sin utilidades, ni presupuestos.”
Yo quería todo eso. Quería y a la vez no. Quería pero me daba miedo. Me daban miedo los prejuicios, las edades, las familias, las expectativas. Yo me dejaba querer.
Con el tiempo dejé de responder. Con el tiempo dejó de escribir.
Así, el 23 de julio del 2006 recibí un e-mail desde su dirección.
Otra persona, escribiendo en su lugar, hablaba de un legado, de un blog con sus textos, de no haber tenido tiempo de terminar proyectos, de una herencia.
Humbert me había dejado. Pero yo lo había abandonado mucho antes.

De él me quedan textos y recomendaciones, recuerdos y conversaciones, notas garabateadas del libro que me prestó, una servilleta de un bar y una manera de vivir que todavía no me atrevo a poner en práctica.
Él, en algún lugar, tiene un marcapáginas con mi dedicatoria y un libro que me pertenece.
Hoy volví a escribirle. “Te extraño”.

11.5.11

Brillantes, nos despertamos cegados por la luz, bañados en sol.
Desnudos, nos estiramos como gatos. Las imperfecciones al aire, las erecciones al aire.
Remolones, nos besamos, seguros de que queremos hacer esto mismo mañana.

30.4.11

Dream a little dream...

Soñé con vos.
En el sueño me abrazabas por detrás y me levantabas unos centímetros del suelo, como solías hacer antes, cuando te daban ataques de amor injustificado hacia mí.
Antes, cuando no nos decíamos que nos queríamos pero lo hacíamos.
Antes, cuando todo contacto físico lo habíamos prohibido.
Antes, cuando todavía estaba enamorada de vos pero no te conocía.
Antes, cuando éramos la mitad de lo que somos ahora.


A veces echo de menos esos abrazos inesperados, que me sobresaltaban y me calentaban la barriga.
Pero, cariño, eso es lo único que echo de menos.

22.4.11

Duda II.

A veces no sé cuántos de los cambios en mi vida son porque maduré y cuántos son porque estoy sobreviviendo en lugar de vivir.

3.4.11

Miedo.

A medida que crecemos, nuestros miedos crecen. Empezamos a darnos cuenta de la fragilidad de nuestros cuerpos, de nuestras emociones, de nuestra vida. Somos más temerosos: ya no trepamos, ya no damos volteretas, ya no hacemos nada que pueda hacernos daño. Ya no pensamos "lo intento, y si no funciona no pasa nada". Dejamos de arriesgar. Somos más conscientes del dolor físico, del daño emocional, de que no siempre se puede empezar de nuevo. Descubrimos que todas las experiencias nos dejan cicatrices, que todas las personas nos afectan, que hay cosas que no se pueden deshacer. Empezamos a temer al sufrimiento, al dolor, a la muerte, a la pérdida. Nos atemorizan las infinitas posibilidades que existen de perder a nuestra familia, amigos, a parte de nosotros. Tememos a los exámenes, a los huesos rotos, a las operaciones, a los embarazos y los partos, a la soledad, a los corazones rotos, a la inestabilidad laboral, al futuro. ¿Es posible no tener miedo? ¿Podemos vivir sin pensar en las consecuencias? ¿O sólo podemos intentar que el miedo no nos paralice?

28.3.11

Before sunrise.

"Si alguien me diera a elegir ahora entre no volver a verte y casarme contigo, me casaría contigo." Sin saberlo, dos años antes de ver esta película, yo pensé exactamente lo mismo. El primer día, sin que nadie supiese que estaba ahí, sin tener que dar cuentas a nadie, sin ningún sitio donde ir, sin ninguna ocupación real, lo conocí y nos conocí. Habría elegido eso. ¿Me habría equivocado? Probablemente. Pero no puedo evitar pensar que esos días fueron tan únicos, tan especiales, que dentro de 10 años seguirán siendo lo más romántico que he hecho jamás.

22.3.11

¿Dónde te voy a meter cuando todo esto se termine? ¿En una caja de qué tamaño? ¿Grande como Sevilla, donde somos más nosotros? ¿Grande como todos nuestros amigos? ¿Grande como nuestras habitaciones? ¿Grande como nuestras familias? ¿Grande como nuestro amor? ¿Dónde?

15.3.11

Ira.

Últimamente siempre estoy inclinada a mandar todo a la mierda. A las situaciones, a los trabajos, a las relaciones, a las personas.
Personas cercanas, lejanas, intermedias.
Alejar a todos y todo antes de explotar, como el hombre-nuclear de "Heroes".
Porque estoy enojada, enfadada, cabreada, molesta.
Porque no sé hacia dónde voy, porque la gente me reemplazó en sus vidas, porque mi ahijado tiene una enfermedad horrible y yo no puedo hacer nada, porque ya no sé quién soy, porque mantener una relación larga (eterna) es cada vez más complicado, porque siento que debería estar en otro lugar, porque cada vez me siento más sola aunque esté rodeada de palabras virtuales que antes me hacían sentir acompañada.
Ahora esas palabras virtuales no son nada, no son ni caricias ni cosquillas ni abrazos. Son personas de las que estoy lejos, de las que me siento lejos, que antes eran todo y ahora no son nada, ocupados con vidas donde yo no tengo lugar, con personas que sí están ahí.
Ahora todos los sentimientos son falsos, los recuerdos son robados, la que era nuestra historia es de otra.
Ahora no soy y no estoy.
Estoy enojada, enfadada, cabreada, molesta porque nada es lo que quiero, porque no quiero nada más que esta burbuja, porque la persona que está a mi lado no sabe ni como tratarme, intentando esquivar mis tarascadas, intentando no hablar, no decir, no pensar, pero a la vez sin aprender, sin entender, sin dejarme ser.
Me enojo por todo y por todos.
Me enfada este momento, este ostracismo.
Me cabreo conmigo, porque no me entiendo.
Me molesto. Me molesta. Me molesta molestar y cabrear y enfadar y enojar.
Pero no puedo evitarlo. Porque esto sube y sube y no puedo parar y entonces grito, lloro, pateo, chillo, coloco a gente en una lista negra imaginaria que cada vez es más larga, intento respirar pero me ahogo, la furia me ahoga, me obliga a no ser yo, a dejar de sonreír, a sacar a la persona que conseguí enterrar con 15 años, a esa que sólo tenía gente que le tenía miedo, a esa que todo contestaba con sarcasmo, a esa cuyas amigas admiraban por ser borde, por ser cruel, por ser odiosa.
Mary Fuckin' Sunshine.

13.3.11

Él.

Cambian las cosas.
Cómo cambian las cosas.
Cambian para bien y para mal. Cambian para bien y para mejor.
Cambian por el tiempo, pero también cambian por las experiencias.
Las miradas son las mismas, pero no son iguales.
El escalofrío sigue ahí, en la punta de los dedos, en la base de la nuca. La electricidad de su tacto, el silencio que se hace cuando me mira. El magnetismo que nos une y que procuramos evitar porque no, no se puede, no ahora, no con todos estos cambios.
Con él soy yo y sólo yo. Me obliga a ser sincera, a confesar lo que no confesaría, a no mentirme ni a mi misma.
Pero ya no es igual. Ahora somos diferentes, ahora crecimos, ahora ya nunca será padre. Ahora pide ser padrino. Pide ser padrino y estar en mi boda y yo me pregunto si alguna vez el magnetismo se acabará, si dejaré de levitar hasta él, si seré capaz de casarme con él detrás, mirándome y sabiendo que me mira, si podremos superar eso como superamos todo lo demás. Si algo no se perderá cuando lo superemos.
Nuestro futuro es distinto. Distinto al que supongo que teníamos, a los muchos futuros alternativos que fuimos eliminando con nuestras acciones. Porque podríamos habernos olvidado, podría haberme herido de muerte, podría haberme usado y tirado, podría haberse enamorado de mí, podríamos haber perdido el contacto, podríamos ser algo que olvidar, podríamos...
Pero no. Somos lo que somos ahora, que es lo que seremos en ese futuro que los dos sabemos que tenemos. Él seguirá siendo al que llame cuando necesite oír su voz grave para sentir que todo está bien. Yo seguiré siendo a la que le puede decir lo que no puede decirse a si mismo.
Nunca seremos la idea original, lo que con 16 años pensaba que seríamos. Y eso está bien.

Como él dice, "somos nosotros gracias a lo que no somos."

26.2.11

Bon voyage.

Mañana, una de mis mejores amigas parte hacia Francia a trabajar de enfermera durante un año.
Fue algo sorpresivo, que se decidió hoy a las 9 de la mañana, y que nos descolocó a todos.
Pensábamos que teníamos más tiempo, que llegaríamos a Carnavales juntos.
Hoy también me enteré que otras dos grandes amigas mías se van a Escocia e Italia el curso que viene de Erasmus.
Y no puedo con todo eso.
Porque no sólo yo estaré sola y encerrada ahora que no van a estar ninguna de las tres, si no que esto es el principio del fin.
De ahora en más será más difícil vernos, estaremos más repartidos por el país y el mundo, nuestras vacaciones ya no coincidirán, dejaremos de ser quienes somos.
Durante estos últimos cinco años, sabíamos que íbamos a estar todos juntos en Navidades, Semana Santa y el verano (aunque últimamente coincidíamos todos sólo una semana o dos).
Ahora no.
Ahora hay contratos de trabajo, más aeropuertos y menos autobuses, más kilómetros, más fronteras, más distancia.
Se acabaron las piscinas, las noches de zumos y risas, las noches de alcohol y risas, los viajes semi-improvisados a través de Extremadura, las fiestas en los campos, nuestra idea de sobrevivir sólo nosotros, alejados de todos, en nuestra mini-comuna autosuficiente.
Sólo nos quedarán una o dos veces al año, intentar hacer como que no estamos incómodos y ver la vida de los demás a la distancia: rupturas, relaciones, viajes, mudanzas, trabajos, bodas, hijos.

La vida sigue.
No me gusta que la vida siga.

22.2.11

Otro ciclo, otra droga.

"El pronóstico no es bueno, pero él está bien."
Eso no me sirve. Eso no me sirve y nunca me sirvió.
Necesito que el pronóstico sea bueno, necesito que esté bien.
No puedo recibir esa llamada, y llorarlo a la distancia, y ver morir algo mío pero que nunca fue mío a la vez.

Pedí por él en la Catedral de Lausanne. No fue mucho, sólo un post-it con su nombre en una pared de oraciones. Todo lo que mi maltrecha fe me dejó hacer sin sentirme una hipócrita, sin tener que recurrir a esas oraciones gastadas y vacías que me enseñaron hace mucho tiempo.
Un pequeño post-it. Pequeño como él.
Como las caritas que me miran desde ese portarretrato que me armó mi mamá con sus fotos, pero que me dijo que no lo mirase cuando estaba mal, para mandarle sólo energía positiva.
Ya no necesita energía positiva, ni que yo llore, ni drogas por vía oral (también).
Necesita un milagro.
Y yo no puedo hacer nada.
Ni estar ahí.



Fuck.

5.2.11

Respirar hondo y saltar.

Ese miedo infinito que da el enfrentarse a una cama fría y vacía.
Casi tanto como saltar a una piscina desde un trampolín.
Un salto al vacío.

3.2.11

Aniversarios.

Hace unos días hice mi primer año con alguien. Con cualquier persona, de hecho.
Nunca nadie me había soportado tanto tiempo. Nunca yo había soportado a nadie tanto tiempo.
Así que ese día nos pusimos guapos para el otro, y salimos en una "cita de verdad". Eso es algo que no entiendo, lo de las "citas de verdad": es como si intentásemos hacer olvidar al otro que ese día nos levantamos juntos y estábamos despeinados, todas las veces en las que nos vimos en un estado penoso, los resfriados y las montañas de pañuelos usados, la comida entre los dientes, todas esas cosas que hace la convivencia con el querer gustarle al otro.
Esa noche nos arreglamos como si no nos hubiésemos despertado juntos y como si no nos hubiésemos visto unas horas antes para prestarle unos apuntes, con ojeras y el pelo recién lavado. Me maquillé, me peiné, me puse ropa nueva, pasé a buscarlo.
Fuimos a un buffet libre al que llevábamos desde septiembre queriendo ir. Nada de italianos, nada de velas, nada de cosas "bonitas". Mucha comida y un sitio al que queríamos ir.
Nos pasamos por nuestro bar para recordar viejas épocas, y el bar había cambiado. Incluso la música era diferente, mejor. Y eso de alguna manera era un poco triste. Nuestra primera noche ahí, nuestra primera noche, estuvieron poniendo canciones de los '80, y sólo dejamos de besarnos cuando empezamos a reírnos de la rima de 'No hay marcha en Nueva York'.
Y ahora estaban los Beatles y eso está muy bien, mejor incluso, pero no era lo mismo.
Un hombre se puso a citar a Bécquer intentando vendernos unos CDs de música de la India, y nos reímos y la cerveza estaba fea, amarga, de esas veces que mejor no haberte tomado nada.
Volvimos a casa y ahí está otra cosa de los aniversarios, algo que no entiendo pero que se hace de todas maneras de forma instintiva: el sexo. Porque claro, el sexo de aniversario es como el sexo de cumpleaños o San Valentín: hay que esforzarse. Hay que esforzarse y intentar engañar al otro, jugar a que somos mucho mejores de lo que somos realmente, como si el otro no lo supiera ya. Como si no llevases un año acostándote con él, como si no te conociera.
Te conoce, claro que te conoce, y esa es la mejor parte.
Pero después, justo antes de dormir, te olvidás que se supone que es tu aniversario y hacés lo mismo que el resto de las noches: te ponés la misma camiseta arrugada, te abrazás de la misma manera, decís la misma frase justo antes de darte la vuelta y acomodarte en el hueco del cuerpo de la otra persona.
Y ahí es cuando te das cuenta.
Un aniversario no es celebrar un año de estar juntos.
Un aniversario es mirar atrás y darte cuenta de que a pesar de las cosas malas, y de las peleas, y de los errores, y teniendo en cuenta las horas de estudio, peli, series, comida, cocina, convivencia compartidas, las risas, los paseos, las cenas fuera, los regalos sorpresa, las bromas internas, los mensajes nocturnos y los pequeños fragmentos de los que está hecha una relación, no querrías estar en otro lugar ahora mismo.
Que si de ahora en más todos los días fuesen nuestros días normales, sin arreglarnos ni cenar fuera ni esforzarnos para intentar hacer creer al otro que somos quienes ya saben que no somos, estaría bien.
Que seríamos felices despertándonos con el despertador de su móvil, pasando el día en nuestra vida y después volver a "nuestra" vida, mientras inventamos alguna receta y miramos 'Buenafuente', justo antes de ponernos en nuestra postura para dormir.

28.1.11

Crux.

De todas las cosas aparentemente pequeñas que extraño (los piropos, los sandwiches de miga, la multitud de golosinas de chocolate y dulce de leche, el sentido del humor), la que más extraño y que apenas me había dado cuenta de ello es la Cruz del Sur.
Durante años levanté la cabeza y ahí estaba ella. Cinco estrellas que indicaban el sur, cinco estrellas que sorprendentemente se veían a pesar de la contaminación lumínica de Buenos Aires.
Cinco estrellas que tomaba como algo permanente, casi lo único que podía reconocer en ese cielo lleno de luces sin nombre.
Pero en Europa no se ve la Cruz del Sur.

27.1.11

Make yourself.

Mi papá me dio muchas lecciones a lo largo de mi vida.
Cuando era chica, trabajaba para un molino harinero. Había trabajado ahí desde los 16 años. El trabajo le obligaba a estar separado de nosotros de lunes a viernes, todos los meses, durante cuatro o cinco años.
Para un Día del Padre, le hice un portarretratos con una foto de mi hermano y de mí, para que lo ponga sobre su escritorio y pueda vernos todos los días. Nunca se lo llevó.
Un día, llegando a casa, le pregunté por qué no quería nuestra foto estando a 700 km casi todos los días. Me dijo que si llevaba una foto nuestra y la ponía sobre su escritorio, su jefe pensaría que estaba cómodo en su puesto, que había puesto una foto de sus hijos porque sentía que ese lugar era permanente, y que si era así nunca lo trasladarían a Buenos Aires y seguiría viajando cada viernes por la noche a casa y de vuelta al trabajo cada domingo por la tarde.

Unos años más tarde, después de que lo trasladaran a Buenos Aires, decidió dejar el trabajo y empezar a trabajar en un negocio familiar. Ganaba un poco menos, tenía muchas más preocupaciones y obligaciones, pero era su propio jefe. Y puso una foto nuestra.

2003. Viene a España, solo, a encontrar trabajo, casa e instalarse. Después de mucho buscar, encontró un trabajo que le gustaba y para el que estaba capacitado. Pero no ganaba lo suficiente, así que trabajaba en la Fundación por la tarde, y de madrugada hacía pan en una panificadora y después lo repartía. Estuvo meses durmiendo de 21 a 3 y de 10 a 12, trabajando el resto.
Por la mañana volvía a casa con roscas que había hecho él mismo, con quemaduras del horno e historias sobre pueblos imposibles con caminos tortuosos.
El horario nocturno era demasiado para él, con sus casi 50 años. Además, después de un año de vivir solo en un país extraño, finalmente estábamos ahí... pero casi no nos veía.
Empezó a trabajar en una fábrica de embutido. Le aumentaron las horas en la Fundación. Se dedicó a ser asesor de empresas en riesgo de quiebra. Lo ascendieron en la Fundación. Dejó la fábrica de embutido. Más horas en la Fundación. Dejó algunas empresas. Lo volvieron a ascender.
Ahora es el director de una empresa especialista en formación. No su empresa, la de otro. Tiene muchas preocupaciones, poco tiempo libre, un humor de perros.
Ni una sola vez tuvo una foto nuestra en ninguno de esos trabajos.
Ninguno le gustó lo suficiente.
En ninguno estuvo cómodo.
En ninguno quiso quedarse.
Pero lo hizo por nosotros. Y lo sigue haciendo.

24.1.11

"Siempre fui mejor amante que marido; se me hace más romántico añorar lo perdido que agarrarme a lo que tengo, me gusta rescatar tesoros de galeones hundidos y bucear por las bodegas de carga, aunque sepa que esos barcos no volverán a surcar los mares, y también tengo por costumbre poner trabas en la aduana a quien intenta amarrar de buenas a primeras su velero cuando el viento lo trae a mi muelle."
El Cable Azul


Gracias.

21.1.11

Off.

Acabo de volver de pasar una semana en Lausanne (Suiza), disfrutando de la Erasmus que nunca tuve ni tendré.
Estuve en un país extraño, con unas costumbres rarísimas, unos horarios diminutos, un idioma que no entiendo. Me relacioné con gente de todo el mundo, todos ellos músicos, siendo una especie de observador imparcial, alguien que mira todo desde fuera pero que realmente no importa.
Estar lejos de mi familia, mis amigos, mi pareja, el país que adopté como propio, mi idioma, mis calles, mis códigos comunes, comunicándome en un idioma que no era ni el mío ni el suyo, ajustándome a nuevas maneras de vivir, hizo que me diese cuenta más que nunca que tengo que salir de acá.
Salir de esto, de estas calles, de esta ciudad, de este país.
Alejarme, coger perspectiva, reencontrarme, cambiar.
No soy de ningún lado y por eso puedo ser de todos, por eso necesito ser de todos.

Me aterroriza que este año termine.
Me aterroriza alejarme de esta rutina de clases y trabajos, de prácticas y enseñanza, de adquirir conocimiento que ya apenas me interesa adquirir. De este circo que es la Universidad, mi Universidad, mi facultad, mi clase. De esta ciudad que fue mi ciudad durante cinco años, de estas rutinas, estos viajes en bus, estas compras, cinco años en el mismo supermercado, con los mismos cajeros, con la misma gente en sus colas, con sus mismos productos.
Me aterroriza alejarme de lo conocido y enfrentarme al futuro que ni sé si existe, pero lo necesito.
Necesito tener retos, necesito alejarme de esta conformidad que se instaló en mí con 23 años, alejarme de lo que yo misma creé para mí. Dejar de ser quien dije que soy durante todo este tiempo, ver si en realidad no soy otra, no quiero otras cosas.

"No has estudiado una carrera para..." Quizás sí. Quizás he estudiado esta carrera porque me gusta, porque era lo único que me interesaba y no me llevaba directa a la enseñanza, porque me gusta vivir en este mundo, aunque sepa que es casi imposible ser parte de este mundo. Así que quizás sí estudié esta carrera para trabajar de dependienta, para cuidar los hijos de otros en un país extranjero, para viajar lo que pueda, para no establecerme nunca.
Quizás debería intentar no pensar en lo que se supone que debería hacer con mi título una vez que termine, no pensar en buscar trabajo "en el sector", no montar nada con amigos, no matarme por entrar en algún canal de televisión de los que actualmente hablo mal, porque quizás mi felicidad no está en eso.
Quizás lo mío es otra cosa. Quizás lo mío sólo es huir, pero mirando atrás.
Quizás esta es la enfermedad de mi generación: empezar cosas que nunca terminamos, terminar cosas sólo porque es lo que tenemos que hacer, hacer la escala "bachillerato, Selectividad, carrera, trabajo, piso, familia" y sonreír mientras tanto porque eso es lo que nos dijeron que era lo correcto, lo que cualquiera desearía.
Quizás sólo necesito un año.

Un año. Otro país. Pensar. Decidir.
O quizás sólo escapar.

9.1.11

Pampa.

Quiero absorber las llanuras infinitas con mis ojos,
para reemplazar estos paisajes de montañas, sierras y olivos.

4.1.11

Nuestras conversaciones son distintas, más adultas.
Él me confiesa que quiere tener una relación, sentar cabeza, pero no encuentra con quién.
Yo le hablo del miedo a quedar destrozada cuando esto acabe.
Hablamos en voz baja, dando vueltas por un barrio cuyas casas vimos nacer, mientras cae la niebla e intentamos contener las lágrimas uno, convencerse de que sigue igual el otro.