28.12.13

Hace dos años, algo que empezó como nada terminó siendo mucho.
Estoy con una persona que me da seguridad, con la que no tengo que ocultar o cambiar quien soy, que no tiene miedo de demostrar sus sentimientos, que me hace reír y llorar de alegría, con la que puedo tener conversaciones totalmente honestas sobre cualquier tema.
Alguien que, por primera vez, me lleva a plantearme que quizás soy suficiente, que quizás no necesito cambiar drásticamente para que alguien me quiera, que quizás soy una buena persona, y una persona interesante que no necesita demostrar nada.

No sé cómo sería mi vida sin él, y no quiero descubrirlo.
Porque me hace más. Querer ser más, aspirar a más, relajarme más.
Contrarresta mis humores y mis ánimos y mis arrebatos, y me muestra que podría ser diferente, pero que no tengo que serlo.

No significa que todo lo anterior haya sido malo.
Pero por primera vez siento que puedo relajarme totalmente y dejar de intentar controlarme, y sentirme mal cuando no lo consigo.

Me quiere como soy, y yo lo quiero como es.
No hay nada mejor que eso.

10.11.13

Fetiche II.

Estábamos en la cama con Chicomar. Era verano, la cama era (como siempre) ajena, y nos acabábamos de despertar. No sé si lo había soñado, o se me había ocurrido en una duermevela perezosa típica de esos días y ese tiempo, pero de repente supe qué quería hacerme, y dónde, y cómo.
Con el tiempo el dónde y el cómo cambiaron, pero el qué y el por qué nunca.

Muchos años y vidas después, lo hice. Con ayuda de Chicomar en su papel de Diseñador Gráfico de Cabecera y Persona Que Sabe De Cosas Bonitas.
Con ayuda de Ulises, que estuvo y me aguantó con las idas y venidas.
Como regalo por mi cumpleaños número 26, cuando iba a ser por mi cumpleaños número 25.

Pero todo lo que hacemos forma parte de lo que seremos en un futuro, y todas las cosas que pasaron hasta que llegó a mi cuerpo son prueba de ello.
Porque si no hubiese estado en esa cama, en esa ciudad, con esa persona, no se me habría ocurrido. Si no fuese por él tampoco sería cómo es. Si no hubiese empezado nada con Ulises no me lo habría hecho ayer, en Edimburgo, con un tatuador de pelo naranja y manos inusualmente cálidas, si no el año pasado, en Manchester, probablemente sola, o no.

Todo lo que es es por algo. Incluído esto.


26.10.13

La mirada de los otros.

A veces me olvido de quién soy. O de quién era.
A veces creo que estoy curada, que soy normal, que eso es aburrido.

Pero me encuentro con gente que me conocía antes de que esta calma desesperada se apoderase de mí, antes de perder el rumbo y entrar en animación suspendida.
Gente que me recuerda quién solía ser. Para ellos, con ellos.

Solía vibrar cada día. Solía expresarme. Solía escribir como respirar, hacer fotos como una segunda naturaleza, crear, crear, crear.
Solía conocer gente nueva sin tener miedo. Solía aprender todo el tiempo. Solía querer cosas. Solía tener largas discusiones sobre cosas que no importaban realmente, pero que en ese momento eran de vida o muerte.
Solía comprar billetes de avión para ir a pasar unos días a una ciudad que no era mía pero que se sentía como que sí, sólo para celebrar últimos aniversarios.
Solía reírme más. Solía reírme con más gente. Solía disfrutar de la compañía de otros seres humanos, más allá de un grupo muy reducido.

A veces no sé si es demasiado tarde para recuperar todo eso.
A veces ni sé si realmente quiero volver a ser así.

Pero me gusta poder recordar a otra Ana, una diferente y más confiada. Más llena.

14.7.13

No fue el primero con el que follé, pero si el primero con el que hice el amor.
Eso cuenta. Eso deja huella.
Y nunca se va.

9.7.13

Eterno.

Éramos una maraña de brazos y piernas. Mi brazo bajo su cabeza, mi mano acariciándole el pelo, su mano sobre mi muslo, mi pierna sobre la suya, el gato contra mi pie.
Éramos un nudo, un lazo, un caos y un orden, uno.
Era una siesta eterna, para siempre, con sabor a futuro.
Mucho futuro.

25.5.13

Letras que acarician.

En noches como hoy, cuando te echo de menos y no puedo dormir porque no estás acá dándome calor y acariciándome la espalda, leo tu regalo de San Valentín.
Me recuerda que existís, que lo nuestro es real, y que no siempre vamos a dormir separados.

Y es casi casi como si estuvieras conmigo, respirando cada vez más profundamente, hasta quedarnos dormidos.

25.3.13

Int.Noche

En la oscuridad empezaste a acariciarme. 
Despacio, suave, contemplativo. 
Suave, intenso, creciente. 
Los nervios de la superficie de mi piel intentaban seguir el movimiento, adelantarse al siguiente toque. No lo lograban.
Me estiraba como un gato, intentando poner más superficie acariciable debajo de tus manos, intentando que me tocases más, mejor. Intentando sentir más, mejor.
Suave, intenso, creciente. Inaguantable.
Ese placer dio paso a otro placer. Más carnal, más salvaje, más húmedo.
No hablábamos. No hacía falta. Tus manos y mi cuerpo y nuestras respiraciones y mis gemidos decían suficiente.
Algo cambió. Una explosión, un no poder aguantar más.
Murmullos ahogados y arrancar ropa interior y esa violencia controlada, ese poder que yo te doy de hacerme daño, de hacerme sentir pequeña y grande a la vez, a tu merced pero más segura que nunca.
Amada, venerada, magullada.
Querida, sexual, poderosa.

Después
La calma.
Las caricias.
Nosotros.

Home is wherever I'm with you.

Él dice que le gusto más así, apoyada en su pecho mientras me rodea con el brazo.Yo nos gusto más así.
Estoy calentita, y segura. Puedo relajarme, puedo descansar, puedo dejar de preocuparme por todo.
Nada puede tocarme mientras esté ahí. Nada malo puede pasar.
Su cuerpo, sus latidos, su calor, y estoy en casa.

1.3.13

Edmundo de Amicis.

No fue el largo viaje en autobús a Nervión para comprar las entradas del Festival de Sevilla.
No fue la noche en el Eureka con sus cervezas de más y los pufs y las luces.
No fue la conversación eterna y que nos dejó con ganas de más del día que me pasé por su piso, y hablamos mientras él fregaba justo antes de irse a casa para pasar el finde, y casi pierde el tren.
No fue organizar un cumpleaños juntos, relevándonos el uno al otro en una semana larguísima y llena de películas.
Ni siquiera fue la práctica de Realización I que hicimos juntos, esa en la que me dijeron por primera vez que teníamos química.

El momento en el que me dí cuenta de que había algo ahí fue cuando, volviendo de algún sitio por Torneo, hablamos sobre 'Corazón' y 'Mujercitas'. De como las historias de 'Corazón' nos ponían tristes, y que hay que ser muy cabrón para darle eso a un niño. 
Eras la primera persona que había que conociese que había leído ese libro.
Ese fue el momento exacto en el que me empezastes a gustar.

17.2.13

Anoche murió mi abuela.
Mi abuela, que hacía mucho que no era mi abuela. No la que se fue a Argentina con 17 años, trabajó de lo que pudo, se casó, enviudó, siguió trabajando. Mi abuela, que venía a mi casa todos los días a hacernos la comida y estar con nosotros hasta que llegaba mi mamá. Mi abuela, que siempre pudo con todo, que era testaruda, que era fuerte. Mi abuela, a la que tanto me parezco.

Esa abuela hace tiempo que no existe. El Alzheimer que se la tragó, y nos dejó... otra cosa en su lugar.
Y por eso no siento nada. Por eso me exigen que tenga sentimientos que no tengo.
Todos esperan que me comporte de alguna manera. Esperan que sienta su pérdida.
No lo hago. Hace tiempo que se fue.
Ahora simplemente es libre.

25.1.13

Causalidad casualidad.

Muchas veces, al mirar el móvil por última vez antes de dormir, veo la fecha y creo que es Una Fecha. Un cumpleaños, un aniversario, un viaje, algo importante. Probablemente no lo sea. Probablemente sea una fecha que se guardó en mi memoria por algo mucho más simple: exámenes, fiesta, concierto, entrega de trabajo, el día que volvía a casa o que alguien venía a verme.

Ayer creía que era Una Fecha. 24 de enero me sonaba de algo.
Al terminar el día supe que ese fue el día que, hace ya nueve años, nos mudamos a España.
Nueve años que parecen una eternidad, una vida aparte, de otra persona.

Y de casualidad escribía esto.

24.1.13

Caminos.

Me encontré de repente delante de ese puente, el puente que crucé en bicicleta cagándome en los romanos hace oh, tanto tiempo. Ese puente donde nos hicimos fotos, y donde empezó parte de mi camino, de mi camino con algunas personas que lo serían todo para mí.
Vi esta ciudad, una ciudad tan bonita y tan extremeña y tan bonita, y pensé en lo diferente que habría sido todo si pudiese haber estudiado mi carrera en esta ciudad en vez de emigrar más al sur. La gente que no hubiese conocido, las cosas que no habrían pasado. Y durante treinta segundos pensé que quizás así nuestra historia habría empezado antes. Pero también quizás así no estaríamos listos para el otro como lo estamos ahora.

Y después de dos días desconectada del mundo, de problemas, de amigos, de pareja, metida en un rodaje y en otras cosas que me llenan y me hacen sentir viva, vuelvo a un ordenador, y me encuentro un mensaje de esos que llenan el alma.
De esos que me dicen que mi vida es la que tiene que ser, que todo lo que pasó desde antes de ese puente hasta ahora tiene sentido. Que todas las personas que hay en mi vida son la razón por la que, después de tantas vueltas e historias, esté sentada en una habitación blanca e impersonal, en una ciudad que nunca fue la mía, con dolor de espalda por haber llevado mi peso en trípodes, pensando en el planning de mañana, pero a la vez queriendo volver a casa y a mi gente.

13.1.13

Falso aniversario.

Sentados el uno frente al otro, esperando a que nos hagan nuestra pizza para llevárnosla a su casa y comerla con su familia, hablando de cómo nos llaman o llamamos a nuestras parejas, hablando de sexo con otros, hablando de nuestros miedos al futuro y a la incertidumbre, de recetas de cocina, de viajes.
Y no puedo creer que sea él, él que me vio en lo bueno y en lo malo, él que es parte de muchos de mis recuerdos, él que fue todo para mí más de una vez y de setenta a lo largo de toda nuestra historia, él con el que pasaron y no pasaron tantas cosas, él al que odié y al que amé, él que me abrazaba por detrás y me decía que olía a Big Fish.
Y me alegro de que sea él, él que me vio en lo bueno y en lo malo, él que es parte de muchos de mis recuerdos, él que sigue siendo todo para mí pero de otra manera, él que es una parte mía, un pedazo de mi todo, él al que quiero más que a la vida misma, él que me sigue abrazando y oliendo porque así nos reconocemos.
Él.

11.1.13

Mea culpa.

La culpa.
La culpa por haber abandonado nuestra relación antes.
La culpa por haberla superado antes.
La culpa por haberme enamorado de otra persona antes.
La culpa por no sentir el dolor, la pérdida cuando realmente se terminó.
La culpa por ser el detonante de la ruptura, de tantísimas maneras.
La culpa por no haber sido todo lo buena para él como podría haber sido.
La culpa por haberme dejado llevar y no haberme esforzado tanto en la relación como él se merecía.
La culpa que no me deja ver nuestra relación de manera objetiva, que no me deja ver que quizás no todo fue culpa mía, que no me deja recordar los buenos momentos y hablar y escribir sobre ellos, ahora que finalmente puedo.
La culpa que empaña todos mis pensamientos sobre él.