13.3.11

Él.

Cambian las cosas.
Cómo cambian las cosas.
Cambian para bien y para mal. Cambian para bien y para mejor.
Cambian por el tiempo, pero también cambian por las experiencias.
Las miradas son las mismas, pero no son iguales.
El escalofrío sigue ahí, en la punta de los dedos, en la base de la nuca. La electricidad de su tacto, el silencio que se hace cuando me mira. El magnetismo que nos une y que procuramos evitar porque no, no se puede, no ahora, no con todos estos cambios.
Con él soy yo y sólo yo. Me obliga a ser sincera, a confesar lo que no confesaría, a no mentirme ni a mi misma.
Pero ya no es igual. Ahora somos diferentes, ahora crecimos, ahora ya nunca será padre. Ahora pide ser padrino. Pide ser padrino y estar en mi boda y yo me pregunto si alguna vez el magnetismo se acabará, si dejaré de levitar hasta él, si seré capaz de casarme con él detrás, mirándome y sabiendo que me mira, si podremos superar eso como superamos todo lo demás. Si algo no se perderá cuando lo superemos.
Nuestro futuro es distinto. Distinto al que supongo que teníamos, a los muchos futuros alternativos que fuimos eliminando con nuestras acciones. Porque podríamos habernos olvidado, podría haberme herido de muerte, podría haberme usado y tirado, podría haberse enamorado de mí, podríamos haber perdido el contacto, podríamos ser algo que olvidar, podríamos...
Pero no. Somos lo que somos ahora, que es lo que seremos en ese futuro que los dos sabemos que tenemos. Él seguirá siendo al que llame cuando necesite oír su voz grave para sentir que todo está bien. Yo seguiré siendo a la que le puede decir lo que no puede decirse a si mismo.
Nunca seremos la idea original, lo que con 16 años pensaba que seríamos. Y eso está bien.

Como él dice, "somos nosotros gracias a lo que no somos."

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