24.6.08

Amigo músico.

Entraste a mi vida en septiembre, hace tres años. Te conocí una noche de feria, con alcohol y escocesas. Muchas risas. Casi no hablamos. En ese momento supe que eras músico, de Madrid-Madrid y el momento de "habla con la mano, sabes?".
Siguiente verano, te escuché tocar por primera vez. La erótica del escenario, mi alma de groupie, lo que sea. Pero ocupabas todo el escenario. Nunca te había visto así. Un piano, diez dedos, ese algo intangible.
Semana Santa, volviste, con el pelo más corto. Y nos dedicamos a reirnos de las procesiones, a sacarles fotos, a ponerte la capucha infinita, a hablar y hablar y hablar en el medio del barullo del bar, sentados sobre unas banquetas.
Y a partir de ahí ya no hay cronología. A partir de ahí sólo hay música, y risas, y charlas, y tonterías varias. Hay noches en el parque riéndonos, noches en el Messenger hablando, mucho Ravel (mucho mucho Ravel).
Y te di la llave de mi mundo, de mis dos mundos. La posibilidad de conocerme como pocas personas lo hacen. Y no me equivoqué.
Porque a pesar de apenas conocerme, fuiste una de las personas que más estuvo cuando estuve sola.
Porque día a día descubrimos nuevas cosas del otro.
Porque creamos nuevos proyectos multiartísticos.
Porque cada vez que veo a Joaquín Reyes me acuerdo de vos.
Porque sonrío al ver tu nombre en la bandeja de entrada, sabiendo que tenés algo nuevo/original/cariñoso/musical para mostrarme.
Porque nos debemos un encuentro bohemio en una buhardilla, con absenta con ritual, una cámara, folios y un piano.
Por la Orden del Vodka.
Porque te tengo que enseñar a ver.
Porque me tenés que enseñar a escuchar.
Y por todas esas cosas que nos falta descubrir del otro, las básicas, las que todo el mundo sabe. Porque fuimos raros y empezamos al revés, de dentro hacia fuera.

Gracias por la música.












[Vos sos música, todo es música.]

No hay comentarios.:

Publicar un comentario