3.12.08

Preparación.

Guardo su piyama en el cajón.
Escondo sus pantuflas.
Devuelvo su cargador del móvil (no suyo, mío).
Cambio las sábanas.
Escondo la muñequita descabezada que me regaló.
Dejo donde están sus otros regalos, sus postales, sus notitas.
Miro su cepillo de dientes, dudando si hacer algo con él o no. Mejor no.
Paso por la sección galletas del supermercado y no me paro a comprar las suyas.
Me olvido de su número de teléfono, de su dirección, de sus horarios, de su vida.

Aire. Espacio. Libertad.
No nos estamos tomando un tiempo. Nada de otras personas. Ni chicas de la fotocopiadora. Nada de dejar de quererlo. Nada de olvidarme de él. Nada de "pensar sobre lo nuestro".
Simplemente, aliviar la presión. Tener tiempo para extrañarlo. Alejar toda esta culpa de mí. Revalorar lo que tengo. Crear mi propia vida al margen de la suya, de la nuestra. Recordar cómo era antes de él, lo que tenía, lo que hacía. Disfrutar de la soledad. Volverme loca de soledad. Hasta que lo llame y lo reciba con los brazos abiertos, galletas de las suyas, miles de besos y un hueco en mi cama.

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