14.12.09

La casa del lago.

Juro que lo intento.
O lo intenté, al menos.
Pero estoy al borde... al borde de algo grande. Algo grande en un mal sentido.
Hablo con la gente en un monólogo incesante, y entonces me doy cuenta de todo.

Voy a seguir acá como una imbécil. Porque seguí acá para una persona que no vale ni la mitad, que sólo sabe hacerme sufrir pero de la que no podía deshacerme porque alguien me inculcó la idea de que el Destino existía, de que si teníamos que estar juntos íbamos a estar juntos, y claro, no quería que el Destino me encontrase siendo feliz con otro.
Entonces me cerraba. No del todo, no.
Llegaba alguien, me enamoraba y le daba mi corazón. Casi todo mi corazón. Reservaba un huequito para él. Conservaba ahí su recuerdo, su memoria, nuestros besos. Cuando todo iba mal alimentaba ese recuerdo, lo alimentaba a él.
Entonces cuando esa persona se iba porque se hartaba, podía volver a él, echarme en sus brazos y decirle "te esperé", porque en realidad era así.
Quería a los otros, pero también lo quería a él. Podía arrinconarlo en un hueco pequeño durante mucho tiempo, pero siempre fallaba algo en mi vida real y recurría a él.
Entonces pasó algo.

Una de las personas que se suponía que era un "mientras tanto" fue más que eso. Echó raíces, me exploró y aceptó ese sitio de mi corazón al que no podía entrar. Se adueñó de todo el resto.
Me hacía sentir mil veces mejor que ese inquilino que terminó por ser indeseado. Me hacía sentir mejor porque me quería tal y como era. Porque hablábamos de futuro, porque queríamos un futuro juntos. Porque me arrullaba todas las noches.
Entonces decidí que se había acabado. Abrí ese compartimento, saqué las telarañas y liberé ese recuerdo. Ya no lo necesitaba. No iba a tener que volver a nadie porque había encontrado una persona que me hacía sentir bien y al que hacía sentir bien. Y eso era todo. Y después ya se vería.

Algo se torció.
Dejamos de hablar sobre el futuro, porque ya no quería un futuro conmigo.
Dejó de arrullarme todas las noches.
Dejamos de hablar por las mañanas.
Ya no tenía a quién volver, porque después de este tiempo me di cuenta de que el otro es sólo una espinita clavada, pero que no pertenezco a una persona que me hace más llorar que reír.

Hoy lo supe. Voy a encerrarlo a él.
Guardo en un rincón de mi corazón el olor de él recién duchado, el sabor de sus besos, un video que miro cuando me siento sola, su risa, su cara mientras sonríe.
Sé que no debería. Sé que no es saludable. Sé que no gano nada. Sé que no le gustaría.
Pero lo hago. Pero lo necesito.

Lo siento. Pero vuelvo a tener con quién comparar a todos los próximos hombres de mi vida. Y les aseguro que no va a ser fácil superarlo.

6 comentarios:

  1. Vaya... no sabía que tu mente funcionara así.

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  2. Me encanta tu blog de verdad, vaya punto de vista que tienes chica! que te parece si nos enlazamos?

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  3. Puffff...

    ¿Y si lo llenas con un hobby apasionante que-tendrías-que-inventarte-en-tres-dos-uno...?


    Yo por eso envidio tanto a los "artistas". Cuando les duele la patata, se refugian en su habitacín/estudio/agujero en la arena, hacen alguna mariconada sublimando su sufrimiento, y ahí te den.

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  4. Pues si quieres evitarlo, seguro que hay formas de irlo superando poco a poco...

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  5. lidiar con las personas conlleva casi siempre un final triste..

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  6. bueno, he dicho que casi siempre es triste lidiar con las relaciones, porque casi siempre acaban... nada más. lamentablemente solo he descrito una realidad..

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