18.8.08

Verdades.

Creo, realmente, que el dolor me libera.
Que me vuelvo profunda, que rebusco en el fondo de mi alma para sacar las palabras precisas que fijen la desazón, el odio, el miedo, la tristeza, la apatía.
Que conmuevo porque la gente se relaciona con esa herida, con esas heridas. Porque, ¿a quién no lastimaron alguna vez? ¿Quién no se sintió solo, engañado, herido o abandonado?

El dolor me libera.

Creo, realmente, que el sexo me transforma. En un personaje, en una geisha que muestra lo que el mundo quiere ver, lo que la gente espera, lo que va con este personaje que me creé hace ya tanto tiempo, hace ya tanto tiempo que ni sé cuándo es verdad y cuándo es Jessica, la otra.
Que la gente espera ver mi parte más explícita, más desnuda, más real. Que quieren creer que de verdad soy esa, que hay una persona que puede contar todo lo que cuenta y aún así no sentirse desnuda, porque ella no es sólo eso, es otros mundos a los que nadie llega nunca, por lo que realmente no importa mostrar su parte más carnal.

El sexo me transforma.

Y por eso ahora, que no hay dolor ni sexo en mi vida, los textos son blandos, vacíos, débiles. Porque justamente ahora es cuando más verdades puedo mostrar, cuando más mentiras reservarme, cuando más real puedo ser.
Pero elijo irme por las ramas y poner pantallas de humo rosa para que nadie realmente pueda ver el miedo y el vértigo.
Porque ahora sí me siento desnuda. Porque estoy en un punto de inflexión, a todo o nada.
Porque decidí mostrarme como soy, con las inseguridades y los miedos, con el sexo, pero también con la ternura, el amor, la irracionalidad y todas las cosas que me componen y que no se ven a través de lo que escribo.


Puede que siga con mis pantallas de humo y mis distracciones. O puede que, finalmente, decida desnudarme.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario