Era un movimiento único, rítmico, constante.
El mismo movimiento, que pasaba de una pierna a la otra, de un pantalón al otro, de su pierna a la mía.
El mismo movimiento desde el principio de los tiempos.
Los dos hacíamos como que no pasaba nada. Mirábamos al frente, seguíamos con nuestra vida.
Tenía miedo de mirar debajo de la mesa, y que de golpe la magia se rompiese.
Wow.. no pudiste describirlo mejor!
ResponderBorrarLas mesas con manteles es lo que tiene.
ResponderBorrarme gusta mucho tu blog, es un descubrimientos :)
exacto! porque estos momentos debajo de las mesas, también los he tenido yo :)
ResponderBorrarPues yo no.
ResponderBorrar(Sí, pero ella no era de las que hacen como si nada).