Era rubia y vacua. Ojos enormes, vestido amplio de color indefinido. Coleta desecha. Broche art noveau a un lado de la cabeza. Borracha. Despeinada. Con un aura tan especial que no podía dejar de mirarla. Quizás era el alcohol. En ella, en mí. La miraba y me miraba. Y en sus ojos estaba el mundo.
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