28.5.09

Ja.

Mi yo del futuro está enojada con tu yo del presente.

27.5.09

Sobre por qué no escribo.

He encontrado cierta estabilidad.
Por eso paso menos por acá.
No es que me haya sucedido nada terrible o maravilloso que me impida venir, no. Siempre me pasan cosas terribles o maravillosas (y a veces terribles y maravillosas) y estoy acá.

Mi vida sigue siendo un caos. Pero con un punto fijo. Y ese punto fijo es el que me tranquiliza y me escucha y al que puedo contarle todo: cosas buenas, malas, nimias.
Y ahora, en vez de vomitarlo todo acá para que él lo lea, se lo cuento.

Lo que quiero decir, señores, es que ya no los necesito.



(Lo que no significa que vaya a abandonarlos ni mucho menos)

24.5.09

Una Vespa Amarilla.

Me entusiasma que me llames como antes, que me modifiques, que cambies mi nombre por una palabra inventada, signo de mi infancia en tu boca. Pero te pido que tras los inviernos altos en los que los cuerpos se cierran como cremalleras, no me pronuncies, ni en voz baja.
...................................................................FJNL

Tengo una vespa amarilla. Viene con un cartero, y con sus cartas.
La vespa es lo que lo mueve, lo que los transporta. Muestra las distancias y el amor. Muestra a Cristina. Se la lee a través de sus versos. Vivir en dos ciudades, tan alejados como dos árboles que no pueden tocarse. Habla de las ausencias, de los viajes, de los huecos. Pero también de empezar de nuevo juntos.
El cartero es lo que es. Su pueblo, su ciudad, su familia, sus pensamientos. Lo que lo sostiene y lo crea, lo que lo hizo llegar a donde llegó. El cartero tiene sus rizos y su sonrisa franca debajo de la gorra. El cartero es el chico que conozco, aquel al que le inventaba el nombre.
Las cartas son todo un mundo. Pequeñas historias ajenas, llenas de calidez. Mi historia, tu historia, la historia de la madre y el hijo, historias de amor ajenas y que son de todos a la vez.

Tengo una vespa amarilla. Y me encanta.

22.5.09

Hablo con vos a oscuras. Veo las caras que ponés, siento cambiar tu ánimo, sonrío cuando me decís muy serio lo mucho que me querés o cuando hablamos sobre el futuro. Nos despedimos, me quedo vacía, pero puedo tocar tu piel.
Entonces algo ajeno a mí y a nosotros me fuerza a encender la luz.
Y te pierdo dos veces.

21.5.09

Fact XVIII.

Me muero por acariciarte.

20.5.09

Y...

Muchos -y- son una cascada de acciones.
Seamos cascada.

19.5.09

Caleidosférico.

Durante unos días nos quedamos suspendidos en el campo de atracción, magnetizados. Era Navidad, ninguno entendía tu regalo y nos quedábamos quietos por si desaparecía. Tenías miedo de la luz y del silencio. Y me empujaste lejos de él y lo perdimos.
Perdimos el momento.
Ganamos el momento.
Me hablabas mientras pensabas que dormía, pero estaba despierta. Ese juego era una tontería, los dos lo sabíamos, pero nos encantaba jugarlo.
Quería descubrirlo, descrifrarlo. Me acerqué demasiado, y así quedamos, suspendidos en ese no-tiempo, en ese no-lugar, en esa nada, en nuestra historia. Una vez más. Una pieza más de nosotros.
Lloré, me reí, besé. Besé y besé y te olí y te miré y durante esos días giramos en torno nuestro, sin concluir nada, sin empezar nada.
Las órbitas se agrandaron. Las órbitas se interrumpieron.
¿Seguimos girando?

18.5.09

Now apart, but together soon.

Y así estamos.
Él hablándome medio dormido, sin recordar que hace un rato que cortó el teléfono.
Yo durmiendo en el borde de la cama, dejándole un hueco detrás de mí.

Sin darnos cuenta de que el otro no está, pero sintiendolo ahí.

15.5.09

Sueños.

Rojo. Negro. Rojo. Luz. Oscuridad. Frío. Calor. Calor. Humedad. A la distancia, formas. Son sólo formas. Como si alguien les hubiese borrado los bordes y el color se desparramase al no tener fronteras. Se acercan y casi son distinguibles, hasta que no. No. Negro. Rojo. Negro. Oscuridad. Resplandor. Viento. Viento. Alguien habla. En alguna parte, alguien habla. Alguien habla y nos llama. Te llama. La voz es conocida pero no lo es a la vez. Sabés quién es. Deja de hablar. Remolino. Blanco, todo blanco. Y buscás la salida. Buscás la salida a una casa que no es tu casa pero que sí lo es. Buscás la salida porque alguien te espera fuera. La voz. La forma. Alguien. Naranja. Naranja claro. Como la piel al sol del atardecer. Olor a algodón de azúcar, como si lo acabases de comer. El césped debajo tuyo, suave como. Gris. Estación de tren. Unos brazos te envuelven. Sin ver la cara. No hace falta. Calor. Calor desde dentro, en tu piel que no es tu piel. Cosquilleo en la oreja. Oreja que no es oreja. Rojo. Negro. ¿Rosa? Sí, rosa. Rosa y un brillo. Un brillo y pelo hasta la cintura. Manos que lentamente lo cogen, suavemente, con parsimonia. Brillo en el pelo. Lo agarran, lo retuercen, violencia y amor. Un nudo. Un nudo con pelo. Un nudo de pelo. Luz. Luz y calor. Calor. Calor y luz. Y ahora sí. Lo tenés claro, muy claro. De alguna manera lo supiste. Uniste las piezas. Lo negro, lo rojo, el brillo, el pelo, el calor, los brazos, la voz, el algodón de azúcar, el calor, los cambios, el tren, las cosas que no son cosas, la vida que no es vida, la sensación de cambio, de continuidad, de brusquedad, de dolor, de desgarro, de perder y encontrar, de saltar entre realidades, de perder personas amores viajes amigos familia experiencias cosas. De ganar invisibilidades. De dar vueltas sobre uno mismo, sobre tus anhelos, sobre las cosas que vienen y van.

La vida abreviada.

14.5.09

Pobre niña rica.

Puede que no tenga derecho a quejarme, o puede que sí.
Pero en algún momento pasó algo. No sé exactamente cuándo. ¿Cuando llegué a España, quizás?
Culpemos al acento, eso es. Al acento, a la fama de mis paisanas y al misterio.
Pues entonces, gracias/por culpa de la fama ajena, el misterio y el acento, soy incapaz de tener amigos.
Yo los tengo. Y los quiero. Como siempre hice con Gastón, o con Guido. Con Guido... nos queríamos con locura. ¿Nos queremos con locura?. Quizás ahora sólo nos queremos y punto. Un punto muy gordo y oceánico. Pero eso ahora da igual.
Como iba diciendo, tengo amigos, y los quiero, y los trato como iguales. Y ellos también, al menos en apariencia.
Pero de alguna manera todo termina complicándose y hay sentimientos que no debería haber y en algún momento el alcohol o el bajón o las estrellas que se alinean o la puta madre que los parió hace que yo cruce el límite. Y ellos están ahí, dispuestos a recibirlo.
Y entonces ya no hay nada. Queda un agujero negro en nuestra historia, una Nada, un sitio que es imposible mirar porque si lo intentás los ojos se desvían.
Y a veces podemos saltar esa Nada y seguir. Asumiendo o negando lo que pasó, da igual. Hablando del tema o no, reforzados o como siempre, después de vivir historias intensas, historias que pudieron ser intensas si las circunstancias hubiesen sido otras, besos furtivos al amparo de la noche o eternos desencuentros que hacen que nos queramos más.
Y a veces nos quedamos estancados y empezamos un bucle, en el que ellos quieren y yo no, o yo quiero y ellos no, o ellos niegan lo que quieren o yo niego lo que quiero o quién sabe, pero lo arruinamos. Y empezamos a tener secretos para el resto, secretos para nosotros, secretos entre nosotros. Y ya no hablamos, o lo hacemos a la defensiva o bordeamos temas o evitamos comentarios.
Así que no sé. Puedo quejarme. Puedo quejarme de eso que no entiendo que hace que no pueda tener amigos, y puedo también quejarme de eso que sí entiendo que hace que no pueda evitar intentarlo cada vez. Un chico tras otro, un abrazo demasiado cerca del límite.

13.5.09

¿Qué harían los piropeadores compulsivos sin las universitarias veraniegas?

Extrañando la extrañanza.

Hace tiempo que no escucho chicharras veraniegas.
Ni me paro a ver crecer los jacarandás.
Ni robo mburucuyás.
Ni miro llanuras verdes infinitas.

12.5.09

A veces me gustaría empezar de nuevo.
Nuevo cuerpo, nueva familia, nuevo país, nuevas aficiones, nuevos colegios, nuevos amigos, nuevos viajes, nuevas parejas, nueva vida.
Porque si me paro a mirar hay tantas cosas mal en todo eso, que lo único que se puede hacer es tirar todo y volver a empezar.

8.5.09

Me enfrento a un fin de semana atípico.
Voy a estar sola y quiero estar sola.
Mi plan es leer y tomar sol. Poner en orden mi habitación, poner en orden mi vida.
Ir a ver una exposición de fotografía, comprarme una camiseta blanca.
Ver un par de pelis, acariciar a la gata, comer croissants de chocolate.
Doblar ropa. Pilas y pilas de ropa.
Comer milanesas con papas fritas, a la antigua usanza y así, en argentino.
Dormir en ropa interior y destapada, pasearme por la casa sin rumbo.
Hacer del sofá mi hogar provisional, no dejar que nada me moleste.
Lo que lo hace atípico es que lo único que espero de este fin de semana es esto.
Nada de planes descabellados en los que salgo a las 2 de la mañana a bailar al FunClub. Nada de esperar sentada mensajes o llamadas que me saquen de mi monotonía. Nada de llamar a mi mamá cuando esté aburrida y quiera charlar con un ser humano. Nada de deprimirme y llorar porque estoy sola.
Estoy sola y no estoy sola.
Y fines de semana así, y en este piso, y con esta gata me quedan pocos, por no decir ninguno.
Así que no voy a intentar nada extraordinario. Voy a recrear la mayoría de mis fines de semana de soledad, pero no viéndolo como algo negativo, sino como esos momentos en los que no tengo que fingir, en los que no tengo que parecer normal, en los que no tengo que seguir con mi papel, en los que me puedo permitir ser un poco Azul.

7.5.09

Cha-cha-changing!

Supongo que lo que más miedo me da de todo esto es lo desconocido. No saber con quién vivir, dónde. Acostumbrarme a una nueva habitación, a una nueva cocina, a un nuevo televisor, a una nueva ducha, a nuevas personas, personas distintas.
Un nuevo barrio incluso.
Por eso tardé tanto en tomar la decisión. Por eso intenté hacerlo el año pasado y fracasé.
Pero supongo que ya se acabó.
Oficialmente estoy buscando piso.
Es que cuando me das permiso para entrar, también me lo das para lastimar.

5.5.09

A veces me pregunto cómo hubiese sido acostarme con él.
Probablemente bueno, muy bueno.
Pero no me hubiese hecho bien. Y a él tampoco. Y a nuestra relación menos.

4.5.09

Autobuses.

Paso demasiado tiempo en autobuses. Y en estaciones de autobús. Y lo odio. Odio ver las despedidas ajenas, porque no puedo evitar darme cuenta de mis despedidas, y de como cada vez me rodeo de más gente de la que tengo que despedirme. La vida no es una lucha, la vida es una despedida constante. Lloro en los autobuses. Últimamente más aún. Lloro ruidosamente, calladamente, sin darme cuenta. Las lágrimas empiezan a caer y no hay nada que pueda hacer. Paran y vuelven, van y vienen. Lloro porque te dejo atrás, porque me dejo atrás, porque leo que la vida es muy breve y me doy cuenta de que no quiero pasármela pensando en qué pasaría si todo esto es para nada, si no que quiero limitarme a quererte y a que me quieras y que confíes en mí aunque yo no lo haga. Y vuelvo a llorar cuando recuerdo que no estoy volviendo a vos, que esta noche no me abrazarás antes de dormirme, ni me dejarás llorar en tus brazos como siempre hiciste sin que me importara que me veas hacerlo. Ahora me espera una ciudad vacía y espero que silenciosa, con unos grados de más y un sentimiento de "casa" cada vez menor.
Era rubia y vacua. Ojos enormes, vestido amplio de color indefinido. Coleta desecha. Broche art noveau a un lado de la cabeza. Borracha. Despeinada. Con un aura tan especial que no podía dejar de mirarla. Quizás era el alcohol. En ella, en mí. La miraba y me miraba. Y en sus ojos estaba el mundo.

Marian Keyes.

-Puedo enumerarte las razones, pero no conseguirán transmitirte todo lo que deseo: hueles bien, eres valiente, te gusta Dogly, eres divertida, eres inteligente, eres muy, muy bonita. Me gusta como funciona tu coco, que podamos estar hablando de enviar por mensajería a Boston un regalo de cumpleaños de mi madre y de repente digas: "Es imposible que alguien parezca sexy lamiendo un sello"... -Abrió las manos con impotencia-. Pero es mucho, mucho más que eso. Pero que mucho, mucho, mucho, mucho más que eso.

¿Hay alguien ahí fuera?

2.5.09

O quizás no.

Pez que se muerde la cola.

A veces creo que nada de esto tiene sentido.
Que debería dejarme de giliposheses y volver a mi vida normal. A buscar caricias en una noche, a confabular para empezar algo, a dejar que el alcohol se apodere de mí.
Pero acabo de darme cuenta de que desde que escribí esa palabra en cursiva, todas las conclusiones a las que llegue no tienen validez.
Estoy demasiado metida dentro de esto, dentro de él, como para poder ser medianamente objetiva. Como para poder decir o no, como para que algo de lo que diga sirva de algo.
Quizás sigo corriendo. Alejándome de todo lo que podría ser real y serio y más real, siempre buscando cosas imposibles, lejanas, raras.
Quizás tengo demasiado miedo como para atreverme a tener una relación madura, adulta.
Pero también quizás ya esté teniendo algo real, maduro y adulto. Porque no dejo de pensar en dejarlo todo e irme al norte. Porque estos dos años que me quedan no son más que un estorbo para cuando empiece mi vida real. Porque no dejo de pensar en futuro y en ese futuro siempre está él.