Hace un tiempo me preguntaba quién sería el amor de mi vida.
Y creo que ya lo sé.
Me di cuenta de que todos los chicos que me gustaron de verdad, a primera vista y locamente, son diferentes versiones de mi mejor amigo, y amor de la infancia.
Lo conocí con 7 años. La primera imagen que tengo de él es de uno de los primeros días de clase en mi colegio nuevo. Se bajaba del coche del padre, llevaba un guardapolvo inmaculado y el sol le daba en el pelo rubio.
Me gustó desde el principio, y estuve enamorada de él hasta los 10 u 11 años. Se convirtió en mi gran amigo, el que siempre estaba, mi compañero permanente de trabajos prácticos.
Fuimos al Leloir juntos, él siguiendo mis pasos.
Nos sentábamos juntos y dividimos el banco en dos para que cada uno pudiese escribir lo que quisiese pero en su parte. Le pasaba las respuestas en el exámen de Inglés, él a mí en el de Matemáticas. Nos pasábamos las clases hablando, sobre todo las de Inglés. Me hacía las cuentas porque sabía que no me salían. Compartíamos un par de guantes y nos dábamos la mano libre para mantener las manos calientes en invierno. Siempre me preguntaba si no me había "comido" a nadie y lo odiaba por eso. Cantábamos canciones por lo bajito y me abrazaba cuando se lo pedía, sin preguntar por qué.
Hablábamos durante horas por teléfono, e incluso hacíamos la tarea via telefónica. Cada vez que iba a su casa a comer la madre me servía algo que no me gustaba, pero me daba igual porque me encantaba ir a su casa. Nos encerrábamos en su habitación a trabajar y estoy segura de que la madre creía que estábamos juntos o algo.
Me regaló un corset precioso para mi cumpleaños de 15. Venía a dormir a casa y daba igual todo. Mis amigas estaban enamoradas de él, y a mí me molestaba porque era mío y de nadie más.
Lo quería como a nadie más, como a nadie antes. Sabía mis problemas amorosos y aunque daba unos consejos horribles, los escuchaba igual.
La última época intenté, en uno de mis movimientos recurrentes, alejarme de él haciéndole daño para no partirme en pedazos cuando tuviese que venirme. Aún así estuvo ahí, me aguantó como nadie y un par de días antes de subirme al avión vino a verme a casa de mi abuela, comiendo helado de dulce de leche. Cuando tuvimos que despedirnos... Lo abracé, lo besé y no miré atrás.
Nunca miré atrás cuando me despedí de mis amigos. Intentaba que no me viesen colapsarme, que les fuese más fácil dejarme ir, pero me rompía el corazón cada vez que los abrazaba por última vez. Sigue haciéndolo al recordarlo.
Vino a verme hace dos años. Y no lo aproveché bien. Me castigo por eso siempre que puedo.
Dormíamos juntos, hablábamos hasta quedarnos dormidos, salía con mis amigos, hacíamos turismo. Pero de alguna manera sentía que invadía mi espacio al juntarse mis dos mundos. Fui una egoísta y desperdicié una oportunidad increíble de tener a una persona a la que adoro cerca.
A pesar de eso cada momento fue único.
Dios, como lo quiero.
Nunca encontraré a nadie como él.
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