27.2.09
Y si muero antes de vivir.
¿El mundo se acabó acá?
¿Ya no más palabra escritas en mi espalda?
¿Ya no más mordiscos?
¿Ya no más inventar palabras?
¿Ya no?
Está bien.
Vos te lo perdés.
Harturas.
26.2.09
Y ahora ya no sólo es mío, ahora es del mundo.
No se puede describir.
Es imposible poner en palabras esa sensación.
La de tenerte tan cerca, la de poder, de hecho, estirar los dedos y tocarte, acercarme y besarte, poder morderte si quiero, o tocarte la barba, u olerte.
Nunca fue así. Nunca estuvimos tan cerca de espíritu (porque no es ni sentimentalmente, ni amistosamente, ni de pensamiento).
Nunca fui capaz de dejarme llevar cuando estaba cerca de vos, tan cerca físicamente como me dejás estar ahora.
Porque no. Porque había una gran barrera, autoimpuesta por mí, que nos mantenía alejados. No sabías lo que pensaba ni lo que sentía.
Y ahora lo sabés, y da igual. Porque da igual.
Por una vez me elegí a mí misma. Y me elegí en este momento. No pienso en el futuro. No pienso ni cuento los días que faltan para que nos vayamos de este tiempo muerto en el que vivimos.
No pienso en la distancia, en el después, en tu voz al teléfono, en perder esa cercanía.
Porque me niego. Me niego a volver a arrebatarme la felicidad. Me niego a dejar que mi raciocinio me arruine unos días de felicidad feroz, de flotar sin pensar.
Por primera vez no analizo. Y si no se lo cuento a nadie es para no analizar. Porque no quiero.
Quiero poder disfrutar de esto, de esta cercanía, de estos momentos, de estos besos.
Son los besos.
Me matan esos besos. Porque de repente estamos hablando y de repente me pedís que te bese y lo hago. O de repente quiero besarte y puedo, porque ya no hay nadie, porque somos sólo nosotros en este tiempo, en este momento.
Y esa es la sensación. De tenerte tan cerca como para sentir el aire que movés al respirar, de dejarme llevar de tu mano a sitios inexplorados, de libertad total y absoluta, de comer mandarinas al sol, de flotar por encima de todo y todos, de girar y girar pero sin marearme, de volver a tener 15 años y una cabeza loca, de no pensar en consecuencias estúpidas, de poder hacer lo que quiera cuando quiera, de probarse vestidos espectaculares que nunca vas a usar, de comer hasta que la lengua te arda porque no hay futuro, no hay mañana, todo da igual si este momento no existe.
Y por suerte, este momento existe.
Existe, y es nuestro. Tuyo y mío.
Y más allá de este momento no hay nada.
25.2.09
24.2.09
Pacencia.
La primera vez que me acosté con alguien, fue la cuarta vez que me liaba con ese alguien.
Por eso fue todo un cambio esperar tanto tiempo, ir tan despacio, estar semanas quedando antes de que pase nada.
Lograron convencerme de que eso, el no tener paciencia, era un rasgo malo de mi personalidad. Lograron que no quiera ser así, que quiera ser la chica que espera hasta que está segura, la que le da mil vueltas, la que va poco a poco.
Pero no soy así.
Si hubiese sido así, no me lo hubiese pasado tan bien en ese verano. Ni habría tenido La Mejor Relación de Mi Vida. Ni me habría divertido tantísimo en esa noche tan borracha y tan porno.
Así que no, no me justifico. En mi vida me justifiqué por liarme con tal o con cual.
Seguiré siendo la chica que se acuesta con alguien en un servicio, la que pone en peligro todas sus relaciones de amistad, la que sale a ver qué pasa, la que se divierte porque puede y quiere.
La que soy.
23.2.09
22.2.09
Volver a los 18.
21.2.09
Su saliva.
Ya no duele.
Puedo tenerlo cerca, a centímetros, y no sentir nada.
Nada no.
No sentir lo mismo.
Puedo sonreír y reírme sin querer que me bese.
Puedo hablar sin mirarle la boca.
Puedo sentarme a su lado sin aguantar la respiración.
Aunque no puedo evitar reprimirme las ganas de tocarle el brazo o darle un beso cuando siento que lo necesita.
Aunque no puedo evitar las imágenes.
Nosotros en el 32, viéndonos reflejados en las gafas de sol del otro, riéndonos de nuestro propio reflejo, beso y rumbo al Rectorado.
Él encima de mí, moviéndose y sudando, todo ojos y piel y lunares.
Él en piyama, delante del portátil, fumando, gafas de niño chico (o de él cuando chico)
Él al lado de mí, viendo los adornos luminosos navideños de El Ronquillo o similar, mientras volvíamos a nuestro mundo particular.
Él agarrándome por la espalda, poniéndome la mano sobre la barriga y yo que empiezo a sentir esas cosquillitas tan familiares.
¿Dónde va todo eso?
¿Dónde va esa atracción, esa química, ese feeling, esas feromonas?
¿Dónde va el amor cuando el amor se acaba?
¿Dónde termina todo?
¿Dónde siguen los recuerdos?
¿Dónde seguiremos nosotros en unos años?
Sus gestos son sus gestos. Su olor es su olor. Sus ojos son sus ojos. Su perfil cuando sonríe es su perfil cuando sonríe. Su risa es su risa. Nuestro entendimiento mutuo es nuestro entendimiento mutuo.
Pero ya nada es igual.
Y me gusta y me entristece a la vez. Sobre todo cuando pienso que él es la medida con la que mido a todos. Y es difícil llegar hasta él. Mi ex-futuro, mi amigonovio, mi precioso hobbit, mi relación verdadera y adulta.
20.2.09
18.2.09
Melody of a fallen tree.
En esa pantalla, hace tanto tiempo. O no tanto, y eso es lo malo.
Con cuernos de reno, arreglados, entregando regalos y poniendo caras para la cámara.
Bailando, saltando, sonriendo, hablando.
Hablando.
Todavía me cuesta entender cómo perdimos ese futuro.
Cómo esas sonrisas se transformaron en lágrimas tres días después.
Y cómo seguís ahí, en cada canción y cada video que veo.
17.2.09
Sobre la vida y la muerte.
La primera, Tais, fue cuando tenía 14 años. Era amiga de Maribel desde que éramos chicas, porque nuestros hermanos iban juntos al jardín de infantes. Ella tenía unos 6 años más que yo, pero eso nunca fue problema para nosotras.
Su vida no fue nada fácil. Era discapacitada física, y la tuvieron que operar varias veces. A esto se sumaba una madre con claros problemas psicológicos.
Cuando yo tenía 12 0 13 años, se mudó a casa de su abuela, que vivía cerca de la mía, así que por lo menos una vez a la semana nos veíamos.
A los 20, se quedó embarazada de un chico mayor que ella. No sé cuánto de lo que me contó de él era verdad, porque había mucha fantasía en todo lo que contaba (de hecho, por eso dejamos de vernos. Pero eso pasaría años después).
Era una nena. Nos pasamos horas en su habitación, pensando y planeando. Ayudé a elegir el nombre. Tais. Me pidió que fuese la madrina, a lo que acepté encantada.
Vi las ecografías, y tocaba el pequeño bultito que se había formado en su barriga. Era mía ya.
Me fui de vacaciones a casa de mi madrina. Y un día, sucedió. Soñé que Maribel no la encontraba. Estábamos las dos en su casa, y yo veía como la llamaba pero no podía encontrarla.
Decidí esperar a Buenos Aires para comprarle la ropita que ya había visto.
Cuando volví, me lo dijo. La había perdido.
Mi madrina es la mejor amiga de mi mamá. Fueron juntas al secundario, e hicieron el profesorado a la vez, salvo que mi mamá ya no ejerce y mi madrina sigue siendo maestra (ahora, directora). Cuando tenían 17 o 18 años, mi mamá le prometió que sería la madrina del primer hijo que tuviera, así que cuando nací no hubo ni que pensarlo.
Cuando nació el primer hijo de mi madrina, le pidió a otra amiga suya que fuese la madrina, porque mi mamá ya tenía un ahijado.
Hace 3 veranos, estando en Manchester, mi madrina me pidió que fuese la madrina del hijo que estaba esperando, Jano. Me puse a llorar delante de la pantalla, y estuve over the moon un par de días. Cuando llamé a mi mamá para contárselo, me dijo que ya lo sabía, que mi madrina le había preguntado si no le molestaría que me lo pida a mí.
Y entonces me contó algo que no sabía. Hace 6 años, mi madrina perdió un bebé. Estaba de cinco meses, y tuvieron que provocarle el parto para poder sacar el cuerpo. Fue tremendamente triste para todos, pero especialmente para ella. Lo que en ese momento no supe era que mi madrina me iba a pedir que fuese la madrina de ese bebé. Un bebé sin nombre, casi sin cuerpo.
A lo que quiero llegar con todo esto (si es que realmente quiero llegar a algo y no escribo porque me guste el sonido de mi propia voz) es que la muerte no importa.
No importa realmente si estamos o no, si están o no.
Tanto Tais como Bebé siguen siendo mis ahijados, aunque no hayan llegado a nacer. Porque alguien les habló, alguien los imaginó, alguien los quiso.
Y de eso va todo esto. De querer.
No quiero morir, pero no me importaría. Sé que seguiría siendo parte de algo, de alguien. Sé que alguien me quiere, y que alguien me lloraría.
La muerte no es más que la continuación de la vida.
Y Jano... Jano vive, vive y es querido. Lo quiero. Lo quiero porque sé que es un ser físico, sé que lo conoceré, sé que es gordito y castaño claro. Sé que se ríe mucho, todo el tiempo. Sé que come tanto como su madrina y como la mía. Lo quiero porque es.
Pero si no fuese también lo querría.
Tais y Bebé son parte mía, parte de mi historia. Y cada vez que pienso en Jano me acuerdo de ellos, los que no pudieron ser, los que no llegaron a ser.
Y de repente, casi sin sospecharlo, saltás y te clavás en mí.
Quería que fuésemos felices, que nos riésemos, que se te formen arruguitas al lado de los ojos, que nos pasemos horas en la cama dormitando y hablando y follando, incluírme en tus planes de futuro, viajar, conocer(nos), ir por la calle de la mano mientras nada importa porque tengo tu mano en la mía, porque tenés mi mano en la tuya.
Así que pará.
Pará de saltarme agazapado cuando saco las cosas del escritorio y encuentro la tapita de la botella de agua de la 2º vez que fuimos a cenar a esa pizzería.
Pará de saltarme agazapado cuando limpio un pelo de encima de un CD y me doy cuenta de que era tuyo, y me dan ganas de buscarlo hasta encontrarlo y ¿hacer qué?
Pará de saltarme agazapado y aparecerte en mis sueños, diciéndome cosas que sé pero que no necesito saber, que no quiero saber, mientras me abrazás y me siento en casa porque estaba perdida oh tan perdida en ese Londres brutal con esas hienas que se ríen sin sentido y vos en bicicleta, a la distancia, pero cada vez más grande (aunque nunca demasiado) y entonces parás y sos vos y llorás y hablás pero no, no me abraces y no dejes que sienta tu calor ni tu olor.
Lloré al lado de la Catedral. Lloré sobre tu hombro mientras te contaba cosas que nunca te había contado, mientras te confesaba que me hacías sentir feliz y rara, y que no podía con esas mariposas y arcoiris, que yo no era así, que mi vida era más bien muerte y destrucción, que no iba a cambiar, que nada iba a cambiar.
Y el dolor, y el dolor, y el dolor.
No iba a parar.
16.2.09
Erre que erre.
Fibroso, menudo, pequeño.
Sonrisa, pestañas, barba.
Se toca el pelo, se lo mesa, sonríe, pone caras, escucha.
Yo no escucho.
Yo sólo puedo pensar megustamegustamegustamegustás
megustásmegustásmiramemiramebesamehablame
acercatedatecuentadequeexistomegustamegustamegustás.
15.2.09
Would you be my Valentine?
Me esperaba un San Valentin distinto. Empalagoso y azucarado.
Mi primer San Valentin así.
Pero últimamente nada es lo que esperaba, ni lo que era, ni lo que quería.
Aunque no me quejo.
O lo hago, pero muy poquito.
De alguna manera, todo consiguió darse vuelta.
Y acá estoy, sonriendo por tonterías cibernéticas, estando tranquila, sin necesidad de llamar a nadie a las 2 de la mañana porque no puedo dormirme, recordando mucho a quien fue el principal pilar en mi vida hace un par de años y que ahora casi no existe, dejando de buscar the truth out there y buscándola más in here, sin saltar de cama en cama y de chico en chico, buscando quién sabe qué.
Porque lo quise, y fui feliz, pero ya...
Porque a él también lo quise, y fui feliz, y pensé en un futuro con libros, madera y Paloma.
Porque a él lo quiero y me resigno a olvidarlo, a alejarlo, a distanciarlo, a no seguir ahí, esperando algo que no va a llegar.
Porque lo quise, pero ahora ya ni lo veo, y cuando lo hago no queda nada, salvo esos momentos en los que sus ojos encuentran a los míos y me mira de esa manera.
Porque no los quise, ni me quisieron. No, no, no. Aunque me gustó creer que sí, que cada te quiero fue real, sentido. Pero no pueden compararse con lo que vino después, con ese deseo de integrarme dentro suyo, de poseerlo, de clavarme en él y no soltarlo, de vivir eternamente, de mordernos y morderme y morderlo y ser uno.
Porque me quiero y quiero quererme más. Porque necesito buscar mis caminos polvorientos, abrir ventanas y puertas y ventilar, desempolvar mis alas, encontrar mi deseo, recordar mi punto de equilibrio, explorar(me), sonreír aunque llueva, abandonar las botellas y las camas llenas pero vacías, ponerme en movimiento, pegar los trozos que tras años siguen rotos, pensar en una sola, alejarme de la pareja que anula, pararme a mirar, ser una antes de poder ser dos.
El amor lo es todo. Pero no es amor de dos sólo.
Es amor de uno y de muchos.
Y yo tengo que encontrar ese amor.
Feliz San Valentin, preciosa.
13.2.09
Miusik.
Todo el tiempo había música en nuestra vida.
Mientras cocinábamos, mientras estudiábamos, mientras yo leía y él trabajaba, mientras yo trabajaba entre sus cosas y él no estaba, mientras lo hacíamos, mientras viajábamos, mientras caminábamos.
De repente uno de los dos se ponía a tararear. Solía ser yo. Y el otro escuchaba, seguía el ritmo con los dedos, empezaba a tararear también o lo ignoraba.
Uno de los recuerdos más vívidos es de incluso antes de empezar.
Verano. Campo. Piscina. Rol.
Nosotros dos y una amiga, sentados fuera, esperando.
IPod nuevecito.
Los dos conectados a él, cantando a pleno pulmón.
Estar unidos por ese cablecito, sabiendo que estamos escuchando lo mismo, que nos hace sentir cosas muy parecidas...
Ahora mismo, el mayor compromiso que puedo asumir es compartir unos auriculares.
(¿Te apetece?)
11.2.09
Semana en piyama.
Es incluso más pequeña que yo. "Menuda", es como la definiría, pero como ella acaba de descubrir el significado de esa palabra, es mejor decirle pequeña.
Solía tener pelo. Un pelo castaño precioso, con ondas, largo.
Nos disfrazábamos de duendecitos sin querer.
Hablábamos muy alto, y lo seguimos haciendo.
Tiene un lenguaje particular, muy particular, que de poco voy adoptando.
Entiende las imágenes que tengo en mi cabeza aunque no sepa expresarlas, y las expresa por mí. Describimos la misma escena de la misma manera, con los mismos colores, con la misma ropa, aunque sea una escena que nos estamos inventando en el momento.
Ella escribe y me maravilla con su dominio de los atajos, yo le dicto con el ritmo muy cuidado.
Nos emborrachamos y hablamos sobre sexo a los gritos en un bar lleno, y estando sobrias nos da vergüenza. Pero siempre volvemos al mismo bar: se está bien, y así no hacemos el ridículo en todos los bares, sólo en ese.
Me deja incluirme en su vida, cuando no tengo una vida propia acá.
Los lunes son día de contarnos los últimos cotilleos, anécdotas y cosas vergonzosas que nos pasaron durante el fin de semana.
Y ahora acá estamos, discutiendo los maravillosos ojos cambiantes de mi ex, o por qué cierta persona no me llama de una vez, si ya leyó el mensaje.
La adoro.
10.2.09
9.2.09
Aparecer/reaparecer.
Una comunidad que nunca debió irse de ahí, porque es parte mía.
Sos un mago.
NO.
Te empujo.
Me alejo.
Me suelto.
Te bloqueo.
Te lo digo.
¿Qué parte de no no entendés?
Burden.
Me libré de tu energía-niebla.
Soy libre.
Y la ciudad vuelve a pertenecerme.
Late.
Me hace respirar cada día.
Porque de Virgen tengo poco.
Coincidencias.
También fue la primera vez en días que me sentí sola.
7.2.09
El despertador sonó y él, como siempre, ni se inmutó. Me levanté, me vestí, todo en silencio y a oscuras.
40 minutos de clase, y en el bus de vuelta.
La habitación a oscuras, él un bulto en la cama. Zapatillas fuera, pantalón fuera, jersey fuera, camiseta fuera, sujetador fuera.
Su cuerpo me recibe sin despertarse. Cálido, intimo, mío. Su mano en mi ombligo, rodillas contra rodillas, su respiración en mi nuca. Se remueve, se acerca, me acerca.
Y era nuestro nido. Y todo era cálido y suave.
Y el mundo era esa cama.
6.2.09
Goodbye, my lover/Goodbye my friend.
Fuerzas opuestas nos inclinaban hacia fuera y hacia dentro.
Quedarse, irse.
No susurres las palabras que no quiero oír.
4.2.09
3 years ago.
Todo este tiempo después y en plena entrega de trabajos y exámenes, me doy cuenta de que era un santo.
Apagaba fuegos informáticos cada día. Me ayudaba a estudiar. Me explicaba cosas de óptica. Cocinaba para los dos. Soportaba mis quejas y chillidos. Me hacía masajes. Me aguantaba cuando sólo sabía gritar en pleno ataque de nervios, cuando no sabía qué había hecho mal para perder todo el trabajo, cuando me ponía insoportable por la falta de sueño y el estrés.
Ahora, cuando me duele el trapecio de la tensión, cuando no tengo a nadie que me resuelva los problemas como por arte de magia, cuando nadie me habla en voz baja para calmarme, ni me mira como se mira a una niña chica con un berrinche, me doy cuenta de que era un santo.
Y de que lo extraño.
Espiando parejas felices.
Él duerme, y ella está apoyada sobre su hombro, agarrando su brazo.
Los une el cable del MP3. Es rosa.
Ella tiene la mirada perdida, la mente en otro sitio, pero no suelta su brazo.
Delante de ellos se ven los mangos de dos paraguas. Violeta y marrón clarito.
Al rato, él se despierta. Discuten en voz baja cosas que imagino misteriosas y cotidianas.
A veces me gustaría querer algo así.
1.2.09
Viajera.
El problema es descubrir si quiero estar en casa o salir de viaje.
Viajar por el mar, por las cervezas, por los besos furtivos en esquinas, por la espera que desespera, por la emoción de algo nuevo, por las noches en soledad, por los desconocidos transformados en conocidos, por un nuevo mundo por descubrir.