Recuerdo ese día.
El despertador sonó y él, como siempre, ni se inmutó. Me levanté, me vestí, todo en silencio y a oscuras.
40 minutos de clase, y en el bus de vuelta.
La habitación a oscuras, él un bulto en la cama. Zapatillas fuera, pantalón fuera, jersey fuera, camiseta fuera, sujetador fuera.
Su cuerpo me recibe sin despertarse. Cálido, intimo, mío. Su mano en mi ombligo, rodillas contra rodillas, su respiración en mi nuca. Se remueve, se acerca, me acerca.
Y era nuestro nido. Y todo era cálido y suave.
Y el mundo era esa cama.
Yo también lo recuerdo.
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