No hace falta verte para saber que estás ahí.
En esa pantalla, hace tanto tiempo. O no tanto, y eso es lo malo.
Con cuernos de reno, arreglados, entregando regalos y poniendo caras para la cámara.
Bailando, saltando, sonriendo, hablando.
Hablando.
Todavía me cuesta entender cómo perdimos ese futuro.
Cómo esas sonrisas se transformaron en lágrimas tres días después.
Y cómo seguís ahí, en cada canción y cada video que veo.
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