No se puede describir.
Es imposible poner en palabras esa sensación.
La de tenerte tan cerca, la de poder, de hecho, estirar los dedos y tocarte, acercarme y besarte, poder morderte si quiero, o tocarte la barba, u olerte.
Nunca fue así. Nunca estuvimos tan cerca de espíritu (porque no es ni sentimentalmente, ni amistosamente, ni de pensamiento).
Nunca fui capaz de dejarme llevar cuando estaba cerca de vos, tan cerca físicamente como me dejás estar ahora.
Porque no. Porque había una gran barrera, autoimpuesta por mí, que nos mantenía alejados. No sabías lo que pensaba ni lo que sentía.
Y ahora lo sabés, y da igual. Porque da igual.
Por una vez me elegí a mí misma. Y me elegí en este momento. No pienso en el futuro. No pienso ni cuento los días que faltan para que nos vayamos de este tiempo muerto en el que vivimos.
No pienso en la distancia, en el después, en tu voz al teléfono, en perder esa cercanía.
Porque me niego. Me niego a volver a arrebatarme la felicidad. Me niego a dejar que mi raciocinio me arruine unos días de felicidad feroz, de flotar sin pensar.
Por primera vez no analizo. Y si no se lo cuento a nadie es para no analizar. Porque no quiero.
Quiero poder disfrutar de esto, de esta cercanía, de estos momentos, de estos besos.
Son los besos.
Me matan esos besos. Porque de repente estamos hablando y de repente me pedís que te bese y lo hago. O de repente quiero besarte y puedo, porque ya no hay nadie, porque somos sólo nosotros en este tiempo, en este momento.
Y esa es la sensación. De tenerte tan cerca como para sentir el aire que movés al respirar, de dejarme llevar de tu mano a sitios inexplorados, de libertad total y absoluta, de comer mandarinas al sol, de flotar por encima de todo y todos, de girar y girar pero sin marearme, de volver a tener 15 años y una cabeza loca, de no pensar en consecuencias estúpidas, de poder hacer lo que quiera cuando quiera, de probarse vestidos espectaculares que nunca vas a usar, de comer hasta que la lengua te arda porque no hay futuro, no hay mañana, todo da igual si este momento no existe.
Y por suerte, este momento existe.
Existe, y es nuestro. Tuyo y mío.
Y más allá de este momento no hay nada.
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