Podría negar que el tocar su piel mandó miles de señales eléctricas a mi cerebro.
Podría negar que volver a estar en contacto con su olor me hizo sentir en casa.
Podría negar que disfruté de nuestras pequeñas peleas y conversaciones antiguasnuevas.
Podría negar que lo miré alejarse con una sonrisa en los labios.
Pero, ¿para qué negar lo innegable?
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