Llevo a Grace en brazos, borracha y dormida, pero con el cuerpo de Verónica, y su padre me persigue por todo el camino diciendo que si duerme con las piernas flexionadas es que ya no es virgen. Estoy en Directorio y Asamblea, y hay una gran fiesta y termino yéndome a casa con un participante de un concurso de Cuatro, que es enorme y besa mal, pero no puedo evitar seguir besándolo. Dos reuniones con personas distintas, con grupos distintos, pero que me hacen sentir igual de incómoda, e igual de incómoda que cuando estoy con ellos en la vida real. Como si no perteneciese a ese lugar, pero no hay ningún sitio al que pertenezca. Lo veo a él a la distancia, o lo espero en la parte trasera de un coche, dejando un hueco para su mano al lado de la mía. Me meto por recovecos y termino en una habitación pequeña, de piedra, como perteneciente a la Manzana de las Luces, bebiendo quién sabe qué, evitando que todos rodeen a Grace, que de repente cae contra la pared. Estoy en Sevilla, cruzando la Barqueta, con ella encima. Y después hay un río, un río con una via de tren al lado, y vamos en barco por él con mi familia, y pasamos bajo un puente, o cueva o algo.
Al despertarme, la cosa no mejora.
Al despertarme intento correr sin poder moverme, intento moverme sin poder respirar. Las personas que eran importantes desaparecieron, las que me hacían feliz están desapareciendo. Estoy metida en un agujero, en una rueda que gira y gira y no puedo parar por más que quiera. La rutina me asfixia, y empiezo a preguntarme si vale la pena, si realmente este viaje servirá de algo, si tengo que ir, si no puedo dejarlo ir, alejarme de él, intentar ser feliz de otra manera. Pero sé que si no lo hago me arrepentiré, que no puedo dejar pasar esta oportunidad de ser feliz aunque sea durante tres semanas. Entonces todo vuelve, las dudas, el miedo, el hastío, y mi cabeza sigue girando y tengo que alejarme, alejarme de todo esto, alejarme de la realidad, alejarme de las personas que me hacen bien y de las que me hacen mal y de las que me hacen las dos cosas.
Intentar pensar por mí misma, sin estímulos externos. Privación sensorial. Zombie. Alejar la cabeza y automatizarme.
Porque no puedo seguir mezclando sueños con realidad, no puedo sentir el peso de ella pero no la piel de él, no puedo inventar futuros que no sucederán, no puedo poner mis esperanzas en algo que me romperá el corazón, no puedo seguir creyéndome lo que me dicen (dice) que me crea.
Si algo aprendí en esta vida, es que en el momento en que creés a ciegas en lo que te dicen, sufrís.
Y no quiero seguir haciéndolo. Así que tengo mis reservas y a veces las muestro y a veces no, a veces de verdad que quiero creer, pero después me doy cuenta que nunca lo creeré hasta que no pueda entrar en la cabeza y el corazón de los demás, hasta que no me muestren con acciones todo lo que dicen que.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario