Encontré esa esquina, o media esquina, o esquina roma, o esquina invertida donde nos besamos.
No recuerdo cómo fue. Ese día lo recordaba, y al siguiente, y a la semana siguiente. Pero ya no. No lo escribí, ni se lo conté a nadie, ni escribí sobre ello. Y no recuerdo el momento exacto en el que empezó todo, en el que nos acercamos más de la cuenta, en el que nos pareció una buena idea, en el que dejamos de reprimirnos y nos dejamos llevar.
Y el alcohol y de repente la lluvia y que no nos importase, hasta darnos cuenta que estábamos empapados y que teníamos que hacer algo al respecto o no, seguir ahí besándonos hasta que dejase de llover, amaneciese, nos congelásemos o todo junto.
Ahora ya no puedo pasar por ahí sin recordar la lluvia.
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