Te veo a contraluz, tocándome las puntas de los dedos, diciéndome que te gustan mis historias, y llamándome por mi nombre, con lo raro que eso me resulta. Y recuerdo haberme dado cuenta de lo raro que sonaba que te importase que volviese a Sevilla por él, porque implicaba un tiempo en el que yo no había pensado, igual que no había pensado que te molestase verme feliz con otros. Y quizás sí éramos dos personas deambulando que coincidimos en un punto, sólo para regalarnos unos besos y caricias y palabras.
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