Me siento terriblemente culpable. Una desagradecida.
Y a la vez me siento incómoda.
Vino a verme y yo, puta perra, siento esto. Que ya no hay nada a lo que volver. Que todo lo que hace o dice me molesta. Me siento atacada, como si tuviera que defenderme del pasado.
De ese pasado que habla y me reprocha los últimos tres años de mi vida.
Y claro, cuando no estoy del todo bien salgo, veo a mis amigos y se me pasa. Pero ahora no, porque el problema me sigue, cual perrito faldero. Odio haber utilizado esa expresión.
Y claro, también está ese otro problema. Ese que hace que mire alrededor y piense "¿qué hice mal en mi otra vida?". O en esta, para el caso. Porque a veces parece como si no pudiera mantener una sola relación normal.
Porque veo el principio y me veo en esa época: feliz, sonriente, esperanzada. Había encontrado mi lugar en el mundo y estaba entre sus brazos. Pero hace 2 o 3 meses que ese lugar se desmorona, y yo intento agarrarme a lo que sea.
Y a veces siento que sí, que lo estoy logrando, que todo se afirma y él es el de siempre y yo soy la de siempre y somos los de siempre.
Y de golpe, losing grip again y siento que plaff, todo se terminó. Pero me niego a aceptarlo, así que aguanto y aguanto.
No sé cuánto voy a aguantar...
Sólo espero que todo valga la pena.
[Él quiere todas las partes de mí. La parte española y la argentina, la adulta y la niña, la fuerte y la débil, la frágil y la estoica, la que llora y la que ríe, la que protesta y la que cuestiona, la que es y la que fue, la que será y la que ya no será, la que lo abraza y la que se deja abrazar, la que lo sostiene cuando se cae y la que tiene hipo de borracha, la que lo deslumbra con su mente y la que lo hace con su cuerpo, la que es sociable y la que es huraña, la que necesita ayuda y la que la da. Y por eso lo quiero.]
También está el tema de mi hermano. Se quiere ir. Me quiere abandonar. Llevamos tres años y medio juntos, solos contra el mundo y lo desconocido. Aguantando todo, contando con el otro. Y ahora abandona.
Tira la toalla y se vuelve. Me deja sola, en España. Lo espera otra vida en Argentina. Una vida de la que no voy a formar parte. Ni él va a formar parte de la mía. Voy a ser una hermana ausente, una cuñada ausente, una tía ausente. Y él igual.
Y me duele, aunque vaya a pasar dentro de tres años. O un poco más, si decide hacer la carrera acá.
Y el fantasma del verano pasado que llama y me dice "It's great hearing your voice" and "It's been a year". Y lo escucho y todo vuelve y me dice que otra cosa es posible. Igual que lo hizo hace un año.
Pero claro, yo no soy el tipo de chica para la cual otra cosa es posible. Para mí, nunca va a haber otra cosa. Quedó demostrado que no.
Bueno, pero no nos olvidemos de esa pregunta que me ronda la cabeza últimamente: ¿por qué?.
No lo entiendo. Lo miro y no entiendo por qué lo miro. Si no hay nada ahí, nada puede surgir de ahí. Pero en mi fantasía es la persona que me puede entender, la única que me puede dar todo. Y que yo se lo puedo dar a él. Pero la realidad irrumpe y veo que no, no funciona ni funcionaría. Y que esto se acaba acá. Nada de pensar en vano.
A veces siento que voy a explotar. Pero después recuerdo que el origen de todos mis males es el sexo masculino, así que me divierto imaginándome las torturas más elaboradas o deseando estar con una chica para siempre.
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