Me inunda, me llena, la siento.
Es la nada. La nada que está en cada célula, en cada pensamiento, en cada dimensión de mi ser.
Como un lago que se extiende, que anega todo, que me impide pensar. Y que me impide moverme.
Porque todo es nada. Porque yo soy la nada. Y porque cada vez que un pensamiento se forma en mi mente, cada vez que una conexión neuronal prospera, ahí está la nada para crear un cortocircuito.
Y ya no siento. Ya no siento. Ni reacciono. Sólo floto. En la nada.
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