Pinchaste. Y pinchaste y pinchaste. Y ya no duele.
Ya no sangra. Porque ya no queda nada que sangrar. Te di hasta mi última gota de sangre, toda la que quisiste y más.
Pero ahora necesito que sigas pinchando. Porque cada vez te acercás más, y cada vez necesito más que estés cerca.
Me acostumbré a tu presencia. A tus aguijoneos constantes.
Sos mi droga.
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