Creo que debería volver a aclarar algo.
No vivo en el pasado. Escribo sobre el pasado, que no es lo mismo.
Mi presente es sólo mío. Mío y de la persona con la que lo comparto, que en un alarde de originalidad he nombrado El Novio.
A lo largo de este blog están desparramados Hobbit, Osezno, E.D.M (o S. M), Mr. Big, Chicomar, El primo. Pero él es el único El Novio.
Mi pasado es sólo mi pasado. Mi pasado son recuerdos, quietos, inmóviles, sin vida.
Pasados a través de la invención de Morel.
Pero mi presente está vivo, y me hace sonreír, y me crea tal cantidad de endorfinas como para parar un tren (y evitar que mi muy maltrecho cuerpo enferme).
Mi presente es simple y suave, cercano. Mi presente no me genera angustia ni ansiedad. Mi presente no hace que me duerma llorando.
Mi presente está conmigo todos los días, y eso no es un problema (lo que es un problema, pero porque me gusta ser complicada). Mi presente incluye comida para dos y ponerle pasta de dientes a otro dentífrico. Mi presente tiene su foto enmarcada en mi habitación, en su habitación, en nuestra habitación. Mi presente me cuida y protege, me hace sentir segura, permite que deje de luchar por todo. Ya no más pelear con la distancia, con las diferencias, con las voluntades ajenas.
Mi presente es sólo mío.
Mi presente será pasado en algún momento, y entonces podré nombrarlo, explicarlo, contarlo.
Pero hasta que ese momento llegue, juego con recuerdos, escribo sobre recuerdos, escribo sobre otras personas, otros tiempos y otros lugares, porque no quiero compartir lo que es mío, no quiero que nadie me desgaste estos momentos, estas caricias, estas conversaciones.
Porque esta paz y esta calma son sólo mías
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