23.4.10

"Me pasan cosas"

Ya no tenemos ese amor.

A los trece años, el tiempo se detuvo durante tres minutos cuando el chico del que estaba enamoradísima me preguntó si quería ser su novia.
Estuve ahí, parada en un semáforo, durante tres minutos mientras el semáforo cortaba y volvía a abrir, y la gente pasaba a mi alrededor sin rozarme, sin mirarme, como se hace en las grandes ciudades con el que hace algo fuera de lo normal.
El tiempo se detuvo y mi cuerpo se descontroló. Veía borroso, el corazón me latía a mil y estoy casi segura de no respirar demasiado durante ese tiempo.
Dos años después, el fenómeno se repetía. El día de mi graduación del IVA. Salía de la sala dónde estábamos ensayando nuestra perfomance "de graduación" y entre la marea de gente lo vi en medio del patio. Acababa de llegar. 250 personas y lo miré a los ojos, me miró a los ojos y de repente todo tuvo sentido: que sea el día de mi graduación y el último día que pisaba el sitio que me hizo ser quién soy, que no lo iba a ver más, que le fuese a dejar mi cactus para mudarme a 13.000 km. Éramos él y yo, y el mundo había enmudecido.

Ya no tenemos ese amor.
Ya no hay mariposas en el estómago, ya no se detiene el tiempo, ya no me mareo al mirar al otro a los ojos.
Aprendí a relajarme.
Me endurecí.
¿Me endurecí?
Tras tantos amores y romances fallidos, sé que va a salir mal incluso antes de empezar. Ya no tengo esperanza apenas conozco a alguien, ya no me enamoro total y completamente antes incluso de conocerlo bien.
Maduré, supongo.
Ese amor adolescente desapareció, y fue reemplazado por un sentimiento más calmado, más suave. Menos divertido.
Ahora todo va más rápido, es menos platónico y más físico, y no suelo pasarme meses mirándolo a la distancia.

No digo que no sienta cosquilleos cuando conozco a alguien que me gusta, o que no se me ponga cara de tonta, ni sonría al teléfono cuando hablo con un él.

Pero ya no es igual. Ya no es igual y me gustaría que lo fuese.
Enamorarme hasta las trancas, hasta las cejas, con cada célula de mi cuerpo, con una necesidad física e imperiosa de tocarlo, de mirarlo.

1 comentario:

  1. A mi me ha costado un mundo de voluntad aceptar el hecho de que no, ya no tenemos eso.

    Y me da miedo pensar que pasaré el resto de la vida echando de menos a las mariposas.

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