A ambos nos sorprendía pasar de un extremo a otro con tanta facilidad.
A él más que a mí.
Porque hace mucho que entendí, leyendo a Platon, que son los dos extremos de la misma cuerda.
Que dentro de uno está el otro.
Porque si no estuviesen esa ternura, esas caricias, el otro extremo dejaría de ser divertido.
Cuánta razón tienes¡¡¡¡¡
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