Si tuviese que quemar todo lo que alguna vez tocaste, empezaría por mi misma. Acercaría la llamita al pelo que acariciaste, a la espalda que besaste, a la cintura que abrazaste, a las ingles que mordiste, a las rodillas que apretaste, a los pies que rozaste.
Seguiría por las camas donde dormiste (dos mías y tres tuyas), nuestros libros, nuestra ropa, nuestras casas, nuestros ascensores y escaleras, nuestros edificios, nuestras calles y barrios, las paradas de autobus, los autobuses, los parques y monumentos que alguna vez visitaste, nuestras facultades, las tiendas del centro, los supermercados, los bares y terrazas, los paseos, las discotecas, las calles que pisaste, las estaciones de autobuses con los autobuses dentro, nuestros amigos, conocidos, mascotas, compañeros de clase, familia y transeúntes con los que te cruzaste.
Pero si de verdad me propusiera quemar todo lo que alguna vez tocaste, prendería fuego a la ciudad, de este a oeste, de norte a sur, río incluído.
Porque todo está impregnado de vos.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario