Miro para atrás, leo lo que escribí (no todo lo que escribí, sólo las últimas cosas) y veo lo cambiante que es todo.
Lo cambiante que soy yo. Sólo yo.
Porque no es que mi relación haya cambiado. Es que yo la veía bajo diferentes prismas en diferentes momentos.
Y odio eso. No saber bajo qué prisma mirar, cuál es el correcto, qué es lo real.
No sé qué va a pasar. No sé quién voy a ser. No sé qué voy a hacer.
Porque lo quiero y quiero que funcione pero cada día que pasa (y los días pasan...) que no tengo noticias suyas hace que me dé más cuenta de que esto no lleva a ninguna parte. Que me estoy lastimando. Que me está lastimando. Que nos estamos lastimando.
Y que esto va a hacer que lo pierda. Porque la bronca, la impotencia y el rencor que estoy acumulando va a hacer que no quiera tenerlo cerca durante bastante tiempo.
Ni como amigo, ni como conocido, ni como nada.
Pero no quiero perderlo del todo después.
Y quiero tener el valor de decirle todo lo que le tengo que decir, de decirle que si quiere dejarme que no sea cobarde y que lo haga, pero que si me quiere, que luche y me lo demuestre.
Porque no lo siento, ni lo creo ya.
Y porque si no lo hace, se acaba.
Duele demasiado.
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