25.3.13

Int.Noche

En la oscuridad empezaste a acariciarme. 
Despacio, suave, contemplativo. 
Suave, intenso, creciente. 
Los nervios de la superficie de mi piel intentaban seguir el movimiento, adelantarse al siguiente toque. No lo lograban.
Me estiraba como un gato, intentando poner más superficie acariciable debajo de tus manos, intentando que me tocases más, mejor. Intentando sentir más, mejor.
Suave, intenso, creciente. Inaguantable.
Ese placer dio paso a otro placer. Más carnal, más salvaje, más húmedo.
No hablábamos. No hacía falta. Tus manos y mi cuerpo y nuestras respiraciones y mis gemidos decían suficiente.
Algo cambió. Una explosión, un no poder aguantar más.
Murmullos ahogados y arrancar ropa interior y esa violencia controlada, ese poder que yo te doy de hacerme daño, de hacerme sentir pequeña y grande a la vez, a tu merced pero más segura que nunca.
Amada, venerada, magullada.
Querida, sexual, poderosa.

Después
La calma.
Las caricias.
Nosotros.

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