Dos veces al año nuestra sociedad genera una nueva especie: los estudiantes universitarios. Cualquiera podría argumentar que los estudiantes universitarios existen a lo largo del año, pero no. Es sólo en febrero y junio que los llamados “estudiantes”, de hecho, estudian.
Estos zombies, pálidos y ojerosos, pasan semanas de aislamiento. Salen de casa tan temprano que el sol no brilla, y vuelven mucho después del atardecer. Faltos de sueño, las pocas horas que duermen se sienten culpables, por lo que no descansan. Esto se traduce en susceptibilidad y delirios generalizados.
Podrán reconocerlos fácilmente en cualquier supermercado (junto con las bibliotecas, su único contacto con el mundo exterior). Se los verá comprando bebidas energéticas, café, productos de limpieza, bollería, pizzas, comida pre-cocinada o congelada. Si es verano, productos dietéticos. Si es invierno patatas fritas y caramelos en cantidades industriales.
También los delatan las marcas de las gafas en la nariz, las mochilas llenas de apuntes, y en los casos más extremos, el pelo atado con descuido, la sospecha de que se vistieron con lo primero que encontraron en el suelo y, en invierno, los pijamas que asoman por debajo del abrigo.
Su comportamiento es de lo más peculiar. Las neuronas, sobrecargadas de tanto esfuerzo, tienen problemas para realizar la sinapsis, por lo que se olvidan de las palabras, se ríen como posesos de cosas sin gracia, hablan con palabras rimbombantes, explican a todo el que quiera escucharle conceptos científicos, van por ahí dando saltitos y buscan cualquier excusa para celebrar lo que sea.
Deseando contacto humano, los verás salir de madrugada a sacar la basura, eufóricos por abandonar las cuatro paredes en las que estuvieron confinados todo el día.
En junio también se los puede encontrar mendigando cajas de cartón en los comercios a las nueve de la mañana o tirando a la basura bolsas y bolsas llenas de papeles: durante esta época también se están mudando.
En cuanto a su vida en el hogar, se recomienda a los padres no visitarlos: la limpieza no es una prioridad. Milagrosamente todos desarrollan sistemas inmunológicos capaces de sobrevivir en ese ambiente, por lo que nunca enferman.
Sus horarios y formas de socialización con sus compañeros de vivienda también se ven trastocadas. Comerán a la una de la tarde o a las cuatro, pero no entre esas horas. Tomarán siestas a las siete de la tarde y cenarán a las dos de la mañana. Pasarán horas encerrados en sus habitaciones, y el único momento en el que se relacionarán con sus compañeros de piso será por la noche, cuando coincidan todos en las zonas comunes.
A pesar de que suelen relacionarse sólo entre ellos, manteniendo conversaciones ininteligibles para el resto de la raza humana, se recomienda a la población general que se mantenga alejada: pueden ser peligrosos, o al menos, desconcertantes.
Señora, acaba usted de hacer mi retrato con enorme precisión.
ResponderBorrarSuerte :)
Llevo mucho tiempo observando estudiantes, es lo que tiene XD
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