Muchas veces, al mirar el móvil por última vez antes de dormir, veo la fecha y creo que es Una Fecha. Un cumpleaños, un aniversario, un viaje, algo importante. Probablemente no lo sea. Probablemente sea una fecha que se guardó en mi memoria por algo mucho más simple: exámenes, fiesta, concierto, entrega de trabajo, el día que volvía a casa o que alguien venía a verme.
Ayer creía que era Una Fecha. 24 de enero me sonaba de algo.
Al terminar el día supe que ese fue el día que, hace ya nueve años, nos mudamos a España.
Nueve años que parecen una eternidad, una vida aparte, de otra persona.
Y de casualidad escribía esto.
25.1.13
24.1.13
Caminos.
Me encontré de repente delante de ese puente, el puente que crucé en bicicleta cagándome en los romanos hace oh, tanto tiempo. Ese puente donde nos hicimos fotos, y donde empezó parte de mi camino, de mi camino con algunas personas que lo serían todo para mí.
Vi esta ciudad, una ciudad tan bonita y tan extremeña y tan bonita, y pensé en lo diferente que habría sido todo si pudiese haber estudiado mi carrera en esta ciudad en vez de emigrar más al sur. La gente que no hubiese conocido, las cosas que no habrían pasado. Y durante treinta segundos pensé que quizás así nuestra historia habría empezado antes. Pero también quizás así no estaríamos listos para el otro como lo estamos ahora.
Y después de dos días desconectada del mundo, de problemas, de amigos, de pareja, metida en un rodaje y en otras cosas que me llenan y me hacen sentir viva, vuelvo a un ordenador, y me encuentro un mensaje de esos que llenan el alma.
De esos que me dicen que mi vida es la que tiene que ser, que todo lo que pasó desde antes de ese puente hasta ahora tiene sentido. Que todas las personas que hay en mi vida son la razón por la que, después de tantas vueltas e historias, esté sentada en una habitación blanca e impersonal, en una ciudad que nunca fue la mía, con dolor de espalda por haber llevado mi peso en trípodes, pensando en el planning de mañana, pero a la vez queriendo volver a casa y a mi gente.
Vi esta ciudad, una ciudad tan bonita y tan extremeña y tan bonita, y pensé en lo diferente que habría sido todo si pudiese haber estudiado mi carrera en esta ciudad en vez de emigrar más al sur. La gente que no hubiese conocido, las cosas que no habrían pasado. Y durante treinta segundos pensé que quizás así nuestra historia habría empezado antes. Pero también quizás así no estaríamos listos para el otro como lo estamos ahora.
Y después de dos días desconectada del mundo, de problemas, de amigos, de pareja, metida en un rodaje y en otras cosas que me llenan y me hacen sentir viva, vuelvo a un ordenador, y me encuentro un mensaje de esos que llenan el alma.
De esos que me dicen que mi vida es la que tiene que ser, que todo lo que pasó desde antes de ese puente hasta ahora tiene sentido. Que todas las personas que hay en mi vida son la razón por la que, después de tantas vueltas e historias, esté sentada en una habitación blanca e impersonal, en una ciudad que nunca fue la mía, con dolor de espalda por haber llevado mi peso en trípodes, pensando en el planning de mañana, pero a la vez queriendo volver a casa y a mi gente.
13.1.13
Falso aniversario.
Sentados el uno frente al otro, esperando a que nos hagan nuestra pizza para llevárnosla a su casa y comerla con su familia, hablando de cómo nos llaman o llamamos a nuestras parejas, hablando de sexo con otros, hablando de nuestros miedos al futuro y a la incertidumbre, de recetas de cocina, de viajes.
Y no puedo creer que sea él, él que me vio en lo bueno y en lo malo, él que es parte de muchos de mis recuerdos, él que fue todo para mí más de una vez y de setenta a lo largo de toda nuestra historia, él con el que pasaron y no pasaron tantas cosas, él al que odié y al que amé, él que me abrazaba por detrás y me decía que olía a Big Fish.
Y me alegro de que sea él, él que me vio en lo bueno y en lo malo, él que es parte de muchos de mis recuerdos, él que sigue siendo todo para mí pero de otra manera, él que es una parte mía, un pedazo de mi todo, él al que quiero más que a la vida misma, él que me sigue abrazando y oliendo porque así nos reconocemos.
Él.
Y no puedo creer que sea él, él que me vio en lo bueno y en lo malo, él que es parte de muchos de mis recuerdos, él que fue todo para mí más de una vez y de setenta a lo largo de toda nuestra historia, él con el que pasaron y no pasaron tantas cosas, él al que odié y al que amé, él que me abrazaba por detrás y me decía que olía a Big Fish.
Y me alegro de que sea él, él que me vio en lo bueno y en lo malo, él que es parte de muchos de mis recuerdos, él que sigue siendo todo para mí pero de otra manera, él que es una parte mía, un pedazo de mi todo, él al que quiero más que a la vida misma, él que me sigue abrazando y oliendo porque así nos reconocemos.
Él.
11.1.13
Mea culpa.
La culpa.
La culpa por haber abandonado nuestra relación antes.
La culpa por haberla superado antes.
La culpa por haberme enamorado de otra persona antes.
La culpa por no sentir el dolor, la pérdida cuando realmente se terminó.
La culpa por ser el detonante de la ruptura, de tantísimas maneras.
La culpa por no haber sido todo lo buena para él como podría haber sido.
La culpa por haberme dejado llevar y no haberme esforzado tanto en la relación como él se merecía.
La culpa que no me deja ver nuestra relación de manera objetiva, que no me deja ver que quizás no todo fue culpa mía, que no me deja recordar los buenos momentos y hablar y escribir sobre ellos, ahora que finalmente puedo.
La culpa que empaña todos mis pensamientos sobre él.
La culpa por haber abandonado nuestra relación antes.
La culpa por haberla superado antes.
La culpa por haberme enamorado de otra persona antes.
La culpa por no sentir el dolor, la pérdida cuando realmente se terminó.
La culpa por ser el detonante de la ruptura, de tantísimas maneras.
La culpa por no haber sido todo lo buena para él como podría haber sido.
La culpa por haberme dejado llevar y no haberme esforzado tanto en la relación como él se merecía.
La culpa que no me deja ver nuestra relación de manera objetiva, que no me deja ver que quizás no todo fue culpa mía, que no me deja recordar los buenos momentos y hablar y escribir sobre ellos, ahora que finalmente puedo.
La culpa que empaña todos mis pensamientos sobre él.
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