10.9.12

Ulises.



Siempre estuvo ahí. Ocho años delante de mis narices.
Siempre estuve ahí. Ocho años delante de sus narices.

No nos vimos durante mucho tiempo. Tuvimos nuestras historias, cambiamos, crecimos, nos rompieron el corazón, viajamos, amamos a otras personas, nos hicimos quienes somos.
Y de repente, un verano, finalmente nos vimos.

Nos vimos pero seguíamos sin encontrarnos. Nos vimos pero nos negábamos a encontrarnos.
Nos negábamos a encontrarnos pero seguíamos buscándonos.
Bailamos llenos de espuma, nos emborrachamos, caminamos, hablamos, nos mantuvimos cerca del otro.
Y cuando el momento era el indicado, pasó.
Saltamos en camas elásticas y me acompañó a casa y hacía frío y nuestros amigos nos empujaron y pasó.

Pasó más de lo que esperábamos. Pasó más de lo que queríamos.
Pero probablemente lo que necesitábamos.

Desde el principio estuvimos en la misma página. Sentimos lo mismo, quisimos lo mismo.
No podíamos pensar en nadie más, no queríamos pensar en nadie más.

Como unos tontos, nos enamoramos a la distancia.

Esta es la realidad: nos encontramos en el momento exacto. Nos encontramos cuando ya nos habían pasado todas las cosas que hacen que nuestra relación sea justo lo que necesitamos y lo que necesita el otro. Nos encontramos cuando realmente iba a funcionar.

Y no sé él, pero yo no pienso dejar pasar lo que quiero que sea mi vida.

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