A veces, las lecturas de mi blog por parte de otra persona me llevan a releer entradas antiguas, como esta .
Y a veces da pena pensar en todas las relaciones que fueron o que pudieron ser, pero que ahora mismo no son nada o no son tanto como antes.
El amor que sentimos por ciertas personas nunca desaparece por completo. Como mucho, se difumina en el espacio.
Hay gente que nunca se va de tu corazón.
27.9.12
19.9.12
10.9.12
Ulises.
Siempre estuvo ahí. Ocho años delante de mis narices.
Siempre estuve ahí. Ocho años delante de sus narices.
No nos vimos durante mucho tiempo. Tuvimos nuestras
historias, cambiamos, crecimos, nos rompieron el corazón, viajamos, amamos a
otras personas, nos hicimos quienes somos.
Y de repente, un verano, finalmente nos vimos.
Nos vimos pero seguíamos sin encontrarnos. Nos vimos pero
nos negábamos a encontrarnos.
Nos negábamos a encontrarnos pero seguíamos buscándonos.
Bailamos llenos de espuma, nos emborrachamos, caminamos,
hablamos, nos mantuvimos cerca del otro.
Y cuando el momento era el indicado, pasó.
Saltamos en camas elásticas y me acompañó a casa y hacía
frío y nuestros amigos nos empujaron y pasó.
Pasó más de lo que esperábamos. Pasó más de lo que
queríamos.
Pero probablemente lo que necesitábamos.
Desde el principio estuvimos en la misma página. Sentimos lo
mismo, quisimos lo mismo.
No podíamos pensar en nadie más, no queríamos pensar en
nadie más.
Como unos tontos, nos enamoramos a la distancia.
Esta es la realidad: nos encontramos en el momento exacto.
Nos encontramos cuando ya nos habían pasado todas las cosas que hacen que
nuestra relación sea justo lo que necesitamos y lo que necesita el otro. Nos
encontramos cuando realmente iba a funcionar.
Y no sé él, pero yo no pienso dejar pasar lo que quiero que
sea mi vida.
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