Los días cocinando juntos. La manera de tocar el timbre para saber que era el otro. Lo pequeños rituales de convivencia. Los mails diarios cuando no estábamos juntos. Preparar dos desayunos porque él tarda más en vestirse. Las quejas del primero que se metía en la cama, porque le tocaba calentarla. El beso en la cabecera de Big Bang. Cenar en nuestros bares y restaurantes. Decidir de repente que vamos a salir a emborracharnos a chupitos. La frase que le dijo un amigo ('Joder, macho, como te lo montas') porque su compañera de piso había hecho la comida y yo estaba haciendo tortitas. No hacer nada especial por San Valentín, simplemente estar juntos. Las semanas buscando los regalos perfectos... y terminar regalándonos lo mismo. Ver un concierto de Maga mientras él me abrazaba. La manera que me malcriaba a base de galletas rellenas de chocolate y helado y patatas con forma de corazón y filetes rusos y puré de patatas como me gusta y tortilla rellena. Que me llame Christina Hendricks (y reírme en su cara). Mi maravillosa familia política, a pesar de su manía de engordarme para Navidad. Nuestras discusiones interminables sobre música y cine y series. Dormir la siesta juntos. Ponerme celosa de actrices que les gustaba y a las que nunca conocerá, como Eva Mendes. Que me dejase dormir más de lo que quería porque estaba adorable durmiendo. Acostarnos en el sofá a ver la tele, a pesar de que el sofá no sea tan grande como para entrar los dos. Cuando nos poníamos guapos y teníamos una cita de verdad. El olor de su colonia/perfume. Como corria cuando mi autobús salía de Plaza de Armas para volver a saludarme desde el paso de cebra (y como me dolió cuando la última vez que me fui de Sevilla no lo hizo porque me di cuenta de que realmente había terminado). Caminar de la mano las noches de verano. Como me besaba la nuca cuando tenía el pelo corto. Estudiar Lengua en la cama en septiembre. Salir en busca de una farmacia y patatas fritas de madrugada en Granada. Despertarnos cada día con una canción distinta, dependiendo del ánimo y actividad del día. Ser un pack. Los motes y chistes privados. Las películas que marcaron nuestra relación. Recordar nuestra primera noche en nuestro bar, sentados en nuestro sofá, mirando el culo de Paula. Mostrarle cosas de Sevilla que él no conocía. Crear grupos de Facebook juntos. Pensar ideas audiovisuales. Llorar mientras él me abrazaba. Los dibujos de cerditos en mis apuntes. Las notas de amor en nuestras habitaciones. Los viajes a IKEA. No poder dormir sin él. Llevarle ibuprofeno y meterme en la cama a abrazarlo cuando tuvo fiebre por la muela del juicio. Como las 24 fotos de su cámara desechable son fotos mías, "para tener 24 fotos de algo bonito". Las sesiones de aftersun cada una de las veces que me quemaba la espalda. Ducharme a toda velocidad mientras él estaba sentado al lado, para poder contarle mi día en las prácticas porque no tenía tiempo y tenía que volver a salir. Las conversaciones en voz baja a la noche. Despertarnos al son de su compañero de piso/amigo cantando mientras fregaba los platos. Dejar cosas mías ahí para cuando pasaba la noche, en mi parte del cajón. Organizar fiestas y noches y cumpleaños y reuniones para él y nuestros amigos. Que me abra la puerta en calzoncillos y yo indignarme porque nunca se había asegurado de que era yo. Nuestras noches de cine y discusión post-cine mientras volvíamos a casa. Los helados de la Alameda. El yogur con frutas del bosque del McDonalds. Darnos la vuelta sincronizados mientras dormíamos. Su mechón de pelo canoso. Compartir champú, gel, pasta de dientes, cera para el pelo. Oler a él cuando lo hacía. Contarle historias. Su foto disfrazado de Curro. La manía del padre de vendérmelo porque cuando era chico era ario. Estudiar juntos. Que siempre me ayude a terminar los trabajos que dejaba para último momento. Sus "¡Tú puedes plátano!". Ver Friends, Phineas y Ferb y Bob Esponja mientras comíamos. Los besos en el ascensor. Animarnos mutuamente con clases, prácticas, trabajos y exámenes. Ayudarlo a buscar piso (sólo un poquito). Vivir juntos. Usarlo y que me use de cojín. Ver School of Rock una noche de junio/julio muy calurosa, sentada en el suelo entre sus piernas, comiendo helado. Cantar la canción durante una semana mientras bailábamos por la cocina. La manía de los mosquitos de picarlo sólo a él. Intentar evitarlo comprándole velas de citronela y fallar. Ayudarnos mutuamente a mudarnos. Acompañarnos mutuamente al médico. Comprar en el Lidl cosas orientales para hacernos. Que venga a mi piso a dormir después de salir con amigos o compañeros de clase, los días que a mí no me apetecía salir. Acostarme sobre él en esa postura que no sé cómo no era incómoda, porque debería serlo, pero no lo era. Los paseos por la Fnac. Sobornarlo para que venga de compras conmigo, diciéndole que puede elegir lo más horrible de la tienda para que yo me lo pruebe, o que me iba a ver probarme gafas de sol enormes y horribles. Que la madre me encargue que lo lleve a comprarse ropa. Abrazarlo mientras apoyaba mi cabeza en el hueco entre su cuello y su hombro. Nuestras canciones de los '80, especialemente Mecano y sus maravillosas rimas. Tener mi propio albornoz y pantuflas en su piso. Escabullirnos de las fiestas para besarnos un poco. El cómic de Niña Gatito que me hizo su hermana (y que está enmarcado en mi habitación). Llamarnos Nene Pene y Nena Tetas porque lo sacamos de una novela, y reírnos de lo ridículo que era. Inventarnos historias de personajes inverosímiles, como Caradepene, que el pobre tenía una vida muy triste. Que me haga desfilar por la Pasarela Cibeles. Su manera de mirarme. A pesar de estar viviendo en su piso, ir a mi piso nuevo de noche a descolgar y doblar nuestra ropa. Las velas en la mesita de noche. El vestido que me regaló y que nunca usé si no lo iba a ver a él. Nuestros largos besos después de un fin de semana. Como su vecina asumía que vivía con él. Limpiezas conjuntas después de una fiesta. Pasárnos música, enlaces, chistes, cortos, videos. Hacerlo morirse de frío para que yo pueda hacerle fotos para una práctica. Escribirle un cuento por su cumpleaños. Descargarle cosas cuando no tenía internet. Mirar si había luz en su balcón cada vez que pasaba cerca de su piso, incluso cuando no estábamos juntos. El que siempre me diese el vaso más grande. Cocinarle cosas ricas y dulces. Ser la que se levanta a apagar el despertador y después tener que despertarlo a él. Usar el cargador del otro porque nuestros móviles eran del mismo modelo. Tener que dormir en el suelo la semana en la que la cama se rompió. Cantar a duo Atrapados en la red en un taxi. Disfrutar los fines de semana porque podíamos dormir todo lo que queríamos y después quedarnos en la cama hasta que tuviéramos tanta hambre que nos rugiesen las tripas, y después volver a la cama si queríamos. Calentarnos mutuamente en invierno, intentar alejarnos en verano, no conseguirlo.
Todo esto es lo que forma nuestra relación. ¿Es lo que formaba nuestra relación?
Entre medio están las discusiones, los malentendidos, mi necesidad de alejarme durante un tiempo, mis enfados sin sentido, mis enfados con sentido, las habladurías de amigos y "amigos", los mismos problemas una y otra vez.
Pero ahora, una vez pasado un tiempo, las cosas malas empiezan a difuminarse, y las buenas a resurgir.
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