Salvaje, primigenio, eléctrico.
Era sexo.
Era hambre, deseando devorarnos, insaciable, imposible separarnos.
Dedos sedientos que apenas rozan la piel pero que es como si la quemaran, metáforas vacías de novela romántica que cobran sentido de repente, al descubrir que no hay suficiente, que no tenemos suficiente, que nunca tendremos suficiente.
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