¿Sabés qué es amor?
Que aunque vos no la bebas nunca, compres leche todas las semanas para que él tenga qué desayunar las pocas veces que viene.
31.10.09
28.10.09
Wish you were here.
Leo una novela romántica. Una insulsa novela romántica que vino de regalo con una revista, y que es mi anteúltimo recurso para cuando no tengo nada que leer.
Nos voy viendo en todas las situaciones, en las conversaciones, en las sensaciones.
Rememoro una tarde en particular.
Disfruto con cada uno de los recuerdos, con cada palabra, con cada gesto.
Nunca le había importado tanto a alguien en ese sentido. Nunca se preocuparon tanto por mí.
Sigo dando un paseo por esos días.
Y de nuevo esa sensación de haber desperdiciado muchos momentos. De que si volviese el tiempo atrás haría muchas cosas de otra manera.
No me quedaría durmiendo mientras él se ducha: me ducharía con él.
No me preocuparía por el futuro: lo besaría mientras puedo.
No me iría caminando sola por el paseo marítimo: nunca me soltaría de su mano.
No lloraría: haríamos el amor.
Si mañana pudiese despertarme con él a mi lado...
Nos voy viendo en todas las situaciones, en las conversaciones, en las sensaciones.
Rememoro una tarde en particular.
Disfruto con cada uno de los recuerdos, con cada palabra, con cada gesto.
Nunca le había importado tanto a alguien en ese sentido. Nunca se preocuparon tanto por mí.
Sigo dando un paseo por esos días.
Y de nuevo esa sensación de haber desperdiciado muchos momentos. De que si volviese el tiempo atrás haría muchas cosas de otra manera.
No me quedaría durmiendo mientras él se ducha: me ducharía con él.
No me preocuparía por el futuro: lo besaría mientras puedo.
No me iría caminando sola por el paseo marítimo: nunca me soltaría de su mano.
No lloraría: haríamos el amor.
Si mañana pudiese despertarme con él a mi lado...
25.10.09
¿Cómo pude mosquearme porque me despertaste para follar?
¿Desde cuándo hago yo eso?
Ahora me reprocho los momentos perdidos, el no abrirme, el ir con cuidado.
Debería haberme soltado, debería haber terminado en el hospital, debería haber ido sin frenos, y ya veríamos qué pasaba.
Fui con cuidado, fui despacio, fui sosa, fui tonta.
Lo que daría por ir atrás en el tiempo y si tengo sueño me jodo y me jodés.
¿Desde cuándo hago yo eso?
Ahora me reprocho los momentos perdidos, el no abrirme, el ir con cuidado.
Debería haberme soltado, debería haber terminado en el hospital, debería haber ido sin frenos, y ya veríamos qué pasaba.
Fui con cuidado, fui despacio, fui sosa, fui tonta.
Lo que daría por ir atrás en el tiempo y si tengo sueño me jodo y me jodés.
22.10.09
20.10.09
Wild. (editado)
Miraba la pantalla fijamente. Podía sentir su beso, ese beso ajeno que me daban la oportunidad de ver.
Sentía la textura de los labios, la humedad de la lengua, el sabor de la saliva, el calor que desprendía, las ganas de poseerlo.
Necesito un primer beso.
Un primer beso de esos que describo como "profundo, salvaje, desesperado. Genial".
Un beso.
Sentía la textura de los labios, la humedad de la lengua, el sabor de la saliva, el calor que desprendía, las ganas de poseerlo.
Necesito un primer beso.
Un primer beso de esos que describo como "profundo, salvaje, desesperado. Genial".
Un beso.
Misconception.
Hace un par de años vino a visitarme mi mejor amigo de Argentina.
Cuando una de mis amigas lo vio dijo, limpiándose la baba, "Normal que tengas problemas con TuNovio".
Hay gente que no me conoce nada.
Cuando una de mis amigas lo vio dijo, limpiándose la baba, "Normal que tengas problemas con TuNovio".
Hay gente que no me conoce nada.
18.10.09
Hechos reales. (editado)
En la oscuridad, comiendo aceitunas robadas, hablando sobre el verano, la playa y los bikinis traicioneros.
(...)
-Este verano sólo me vio las tetas uno.
Lo extraño.
(...)
-Este verano sólo me vio las tetas uno.
Lo extraño.
15.10.09
Ruptura.
Está el que me dejó por mensaje, el que me dejó porque no quería acostarme con él, el que me mentía constantemente, el que le hacía más caso a mis amigos que a mí, el que me dejó porque estaba demasiado a gusto conmigo, el que no quiere estar conmigo porque le dan miedo los sentimientos que tiene hacia mí, el que me dejó por su carrera, el que no nos veíamos a pesar de vivir a 8 minutos, el que me hace llorar cada cuatro meses, el que me hizo ser quien no era (y eso arruinó todo), el que me dejó con una depresión de caballo.
Y eso contando sólo desde los 16 años (y sin contar a los dos últimos).
Y a pesar de todo eso, nunca lloré desconsolada en los brazos de nadie cuando me dejaron.
Supongo que siempre fui la fuerte del grupo.
Y eso contando sólo desde los 16 años (y sin contar a los dos últimos).
Y a pesar de todo eso, nunca lloré desconsolada en los brazos de nadie cuando me dejaron.
Supongo que siempre fui la fuerte del grupo.
13.10.09
Le artoc sarta esradeuc otneimacnaste.
Llega ese momento del año en el que empiezo a buscar.
Empiezo también a repasar mi vida.
Me doy cuenta de lo que perdí, y también de lo que gané.
Perdí un novio, gané una relación complicada.
Perdí algunos amigos por falta de uso, gané unos vecinos que me pasan series.
Me despedí de cuatro compañeros de piso, di la bienvenida a dos.
Me empezaron a arreglar. De a poquito, con amor, "y comencé a recuperar/algunos trozos rotos/y una parte que aún está vacía."
Viajé. Por dentro y por fuera. A Badajoz, a Salamanca, a Coruña, a Santiago. En todas partes me hicieron sentir querida.
Vi películas. Menos de las que me gustaría, pero eso pasa siempre.
Hice locuras. Locuras del estilo "en 10 horas me voy de viaje y lo acabo de decidir."
Trabajé. Trabajé como loca. Di clases, vendí libros, hice recargas de móvil y guiones, edité, grabé, hice fotos, investigué. Hice fotocopias, hice entrevistas de trabajo.
Me da miedo contar cuántas horas pasé en estaciones de autobús y en los autobuses.
Abracé. Abracé a muchas personas. Y les di besos, y les acaricié el pelo, y fuimos de la mano.
Cuidé enfermos.
Hablé por teléfono. Cientos de horas al teléfono. Miles.
Lloré. Lloré frente a una fuente, en mi cama, en un baño público de León, en varias camas ajenas, delante de múltiples pantallas. De dolor, de tristeza.
Me convertí en madrina oficial.
Me emborraché.
Hice fiestas sorpresa y recibí una fiesta sorpresa.
Hablé hasta por los codos.
Conocí gente increíble.
Aprendí algunas cosas.
Me besaron y acariciaron e hicieron el amor como nunca antes.
No tuve miedo.
Tuve miedo.
El sol salió y se escondió miles de veces. Estuve arriba y abajo de la montaña rusa.
Escribí. Un diario, un blog, un fotolog, mails, trabajos, mensajes, notitas en clase.
Me metí en un foro por primera vez (y de ahí varios de las cosas de más arriba).
Me hicieron regalos.
Leí. Libros, apuntes, fotocopias, blogs, mails, diarios viejos, notas en clase, cartas.
Viajamos en coche, todos juntos, con la música a tope. Sacudiendo las cabezas al ritmo de 'Pretty fly (For a white guy)'.
Miré las estrellas. Desde el coche, desde mi ventana, desde la playa, en el medio de la sierra, volviendo a casa mientras buscaba Casiopea.
Crecí, maduré. Pero también quise quedarme muy muy quieta para que el tiempo se olvidase de que existía y pasase de largo.
En dos semanas cumplo 22 años.
Repetiría este año otra vez. A pesar de todo.
No quiero cumplir años.
Pero tampoco quiero quedarme estancada.
Por una vez siento que el año que empieza el 3 de noviembre puede ser distinto, lleno de nuevas cosas. Porque este lo fue.
Empiezo también a repasar mi vida.
Me doy cuenta de lo que perdí, y también de lo que gané.
Perdí un novio, gané una relación complicada.
Perdí algunos amigos por falta de uso, gané unos vecinos que me pasan series.
Me despedí de cuatro compañeros de piso, di la bienvenida a dos.
Me empezaron a arreglar. De a poquito, con amor, "y comencé a recuperar/algunos trozos rotos/y una parte que aún está vacía."
Viajé. Por dentro y por fuera. A Badajoz, a Salamanca, a Coruña, a Santiago. En todas partes me hicieron sentir querida.
Vi películas. Menos de las que me gustaría, pero eso pasa siempre.
Hice locuras. Locuras del estilo "en 10 horas me voy de viaje y lo acabo de decidir."
Trabajé. Trabajé como loca. Di clases, vendí libros, hice recargas de móvil y guiones, edité, grabé, hice fotos, investigué. Hice fotocopias, hice entrevistas de trabajo.
Me da miedo contar cuántas horas pasé en estaciones de autobús y en los autobuses.
Abracé. Abracé a muchas personas. Y les di besos, y les acaricié el pelo, y fuimos de la mano.
Cuidé enfermos.
Hablé por teléfono. Cientos de horas al teléfono. Miles.
Lloré. Lloré frente a una fuente, en mi cama, en un baño público de León, en varias camas ajenas, delante de múltiples pantallas. De dolor, de tristeza.
Me convertí en madrina oficial.
Me emborraché.
Hice fiestas sorpresa y recibí una fiesta sorpresa.
Hablé hasta por los codos.
Conocí gente increíble.
Aprendí algunas cosas.
Me besaron y acariciaron e hicieron el amor como nunca antes.
No tuve miedo.
Tuve miedo.
El sol salió y se escondió miles de veces. Estuve arriba y abajo de la montaña rusa.
Escribí. Un diario, un blog, un fotolog, mails, trabajos, mensajes, notitas en clase.
Me metí en un foro por primera vez (y de ahí varios de las cosas de más arriba).
Me hicieron regalos.
Leí. Libros, apuntes, fotocopias, blogs, mails, diarios viejos, notas en clase, cartas.
Viajamos en coche, todos juntos, con la música a tope. Sacudiendo las cabezas al ritmo de 'Pretty fly (For a white guy)'.
Miré las estrellas. Desde el coche, desde mi ventana, desde la playa, en el medio de la sierra, volviendo a casa mientras buscaba Casiopea.
Crecí, maduré. Pero también quise quedarme muy muy quieta para que el tiempo se olvidase de que existía y pasase de largo.
En dos semanas cumplo 22 años.
Repetiría este año otra vez. A pesar de todo.
No quiero cumplir años.
Pero tampoco quiero quedarme estancada.
Por una vez siento que el año que empieza el 3 de noviembre puede ser distinto, lleno de nuevas cosas. Porque este lo fue.
11.10.09
9.10.09
Fact XXII.
Me siento obligada cuando un hombre gasta dinero en mí.
Por eso no me gusta que me inviten a nada.
Resabios de la mujer sumisa que todas llevamos dentro, supongo.
Por eso no me gusta que me inviten a nada.
Resabios de la mujer sumisa que todas llevamos dentro, supongo.
6.10.09
Un día, cuando era chica, sonó el teléfono mientras desayunábamos antes de irnos al colegio.
Atendió mi mamá.
Se sentó en una silla al lado del teléfono (no sé de dónde salió esa silla). Estaba la lámpara de pie encendida. Le había sacado el volúmen a la televisión.
Supe que estaba llorando, aunque no sabía por qué.
Mi tío Eduardo se había muerto esa madrugada. Tenía diabetes, había pasado la noche en coma y había muerto.
Mi tío Eduardo no era hermano de mi papá ni de mi mamá. Era un amigo de ellos de la adolescencia. Pero como no tenemos muchos tíos, siempre adoptamos a sus amigos como tales.
Era el padrino de mi hermano. Contador (o contable), tenía unos libros enormes y pesados que, como no usaba, le regaló a mi mamá para prensar flores secas.
Llegaba siempre tarde. Siempre. Ni una sola vez llegó temprano a algo. Pero cuando venía te descubría debajo de una mesa y te regalaba un vestido precioso, así que lo perdonabas por llegar tarde a tu cumpleaños.
Un día llegó a casa con una bolsa llena de chupetes de plástico, esos que se llevaban cuando yo tenía 7 u 8 años. Todavía tenemos chupetes de esos entre nuestras cosas.
Lo llamaban Turco. Nunca me quedó claro si era judío o no. Durante años vivió en un piso muy pequeño del que yo no guardo ningún recuerdo.
Un día conoció a Susan, y se mudaron a un piso enorme relativamente cerca de Plaza de Mayo. Susan tenía un hijo, Sebastián. Como ya había un Sebastián en nuestra vida, lo llamamos Sebastián Elías.
Nos quedamos a dormir varias veces en su casa. Sebastián Elías tenía una habitación con entrepiso, donde guardaba sus juguetes e historietas de Calimero. Mi tío Eduardo y él se llevaban muy bien, y tenían el mismo sentido del humor.
Había una foto de ellos dos con un calzoncillo en la cabeza en la habitación de Sebastián Elías.
Siempre sonreía. Siempre siempre. Hacía bromas que se pensaba que nosotros no entendíamos. Se disfrazaba para jugar al Trivial. Nos pinchaba con la barba al besarnos.
Todos los domingos me toca limpiar el mueble de las fotos. Lo suelo hacer en piloto automático.
Pero esta semana me fijé en una foto. Mi tío Eduardo sosteniendo a mi hermano de bebé.
Los dos sonrientes. Los dos redondos.
Entonces me di cuenta de que yo soy afortunada.
Yo lo recuerdo.
Mi hermano probablemente no. Tenía 4 o 5 años cuando murió.
Lo único que tiene suyo es esa foto y una cinta del contestador que mi mamá guardó para él.
Mi tío Eduardo, dejándonos un mensaje intrascendental, que ahora nadie se atreve a tirar.
Atendió mi mamá.
Se sentó en una silla al lado del teléfono (no sé de dónde salió esa silla). Estaba la lámpara de pie encendida. Le había sacado el volúmen a la televisión.
Supe que estaba llorando, aunque no sabía por qué.
Mi tío Eduardo se había muerto esa madrugada. Tenía diabetes, había pasado la noche en coma y había muerto.
Mi tío Eduardo no era hermano de mi papá ni de mi mamá. Era un amigo de ellos de la adolescencia. Pero como no tenemos muchos tíos, siempre adoptamos a sus amigos como tales.
Era el padrino de mi hermano. Contador (o contable), tenía unos libros enormes y pesados que, como no usaba, le regaló a mi mamá para prensar flores secas.
Llegaba siempre tarde. Siempre. Ni una sola vez llegó temprano a algo. Pero cuando venía te descubría debajo de una mesa y te regalaba un vestido precioso, así que lo perdonabas por llegar tarde a tu cumpleaños.
Un día llegó a casa con una bolsa llena de chupetes de plástico, esos que se llevaban cuando yo tenía 7 u 8 años. Todavía tenemos chupetes de esos entre nuestras cosas.
Lo llamaban Turco. Nunca me quedó claro si era judío o no. Durante años vivió en un piso muy pequeño del que yo no guardo ningún recuerdo.
Un día conoció a Susan, y se mudaron a un piso enorme relativamente cerca de Plaza de Mayo. Susan tenía un hijo, Sebastián. Como ya había un Sebastián en nuestra vida, lo llamamos Sebastián Elías.
Nos quedamos a dormir varias veces en su casa. Sebastián Elías tenía una habitación con entrepiso, donde guardaba sus juguetes e historietas de Calimero. Mi tío Eduardo y él se llevaban muy bien, y tenían el mismo sentido del humor.
Había una foto de ellos dos con un calzoncillo en la cabeza en la habitación de Sebastián Elías.
Siempre sonreía. Siempre siempre. Hacía bromas que se pensaba que nosotros no entendíamos. Se disfrazaba para jugar al Trivial. Nos pinchaba con la barba al besarnos.
Todos los domingos me toca limpiar el mueble de las fotos. Lo suelo hacer en piloto automático.
Pero esta semana me fijé en una foto. Mi tío Eduardo sosteniendo a mi hermano de bebé.
Los dos sonrientes. Los dos redondos.
Entonces me di cuenta de que yo soy afortunada.
Yo lo recuerdo.
Mi hermano probablemente no. Tenía 4 o 5 años cuando murió.
Lo único que tiene suyo es esa foto y una cinta del contestador que mi mamá guardó para él.
Mi tío Eduardo, dejándonos un mensaje intrascendental, que ahora nadie se atreve a tirar.
4.10.09
Ni contigo ni sin ti.
Vuelvo a casa con tu olor en mi cuerpo. Otra vez.
Volví a observar tus pestañas curvadas, tus ojos azules, tus labios gruesos, tus paletas separadas.
Me llené de vos, de tus palabras y de tu cuerpo.
Y de nuevo te lo conté todo. Te dije que me duele, que tendré que elegir entre estar bien con vos o estar bien conmigo, y que la única razón para no decirte que tendrías que elegir entre ser mi amigo o algo más es porque no puedo evitar querer besarte cada vez que te veo.
Me aclaraste lo del olor, sonreímos y nos reímos. Me dijiste lo que significo para vos.
Pero también hablaste de "fidelidad" y de que a vos también todo esto te hace mal.
Hasta que no respaldes con acciones tus palabras, y hasta que vos no me guardes cierta fidelidad en cualquier nivel, no voy a creerte ni voy a dejar de hablar sobre vos.
Llegamos a ese punto en el que tengo que alejarme, cerrarme a vos, no pensar, no hablar, no escribir.
No pensar en tus besos ni en tu voz.
No pensar en ese futuro que no tendremos.
No pensar en con quién dormirás esta noche.
No pensar en lo que quiero pero no tengo.
No pensar en vos.
Dejarnos ir, una vez más.
Volví a observar tus pestañas curvadas, tus ojos azules, tus labios gruesos, tus paletas separadas.
Me llené de vos, de tus palabras y de tu cuerpo.
Y de nuevo te lo conté todo. Te dije que me duele, que tendré que elegir entre estar bien con vos o estar bien conmigo, y que la única razón para no decirte que tendrías que elegir entre ser mi amigo o algo más es porque no puedo evitar querer besarte cada vez que te veo.
Me aclaraste lo del olor, sonreímos y nos reímos. Me dijiste lo que significo para vos.
Pero también hablaste de "fidelidad" y de que a vos también todo esto te hace mal.
Hasta que no respaldes con acciones tus palabras, y hasta que vos no me guardes cierta fidelidad en cualquier nivel, no voy a creerte ni voy a dejar de hablar sobre vos.
Llegamos a ese punto en el que tengo que alejarme, cerrarme a vos, no pensar, no hablar, no escribir.
No pensar en tus besos ni en tu voz.
No pensar en ese futuro que no tendremos.
No pensar en con quién dormirás esta noche.
No pensar en lo que quiero pero no tengo.
No pensar en vos.
Dejarnos ir, una vez más.
3.10.09
Si no hacemos más que hacernos daño, ¿por qué seguimos?
Verte con otras chicas me mata. Saberte con otras chicas me mata.
Pero no puedo evitar perseguirte con la mirada.
Me lastimás y yo te dejo hacerlo, después volvés y te recibo con una sonrisa, necesito hablar con vos pero sé que no debo.
Creo que ya pasé del masoquismo y estoy entrando en otra fase. Una peor.
Verte con otras chicas me mata. Saberte con otras chicas me mata.
Pero no puedo evitar perseguirte con la mirada.
Me lastimás y yo te dejo hacerlo, después volvés y te recibo con una sonrisa, necesito hablar con vos pero sé que no debo.
Creo que ya pasé del masoquismo y estoy entrando en otra fase. Una peor.
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