Si estuviese mirando el Guadalquivir, podría echarle la culpa de todo a la distancia, a los kilómetros.
Pero estoy mirando la Sierra de San Cristóbal, y la distancia ya no es excusa.
Ni la distancia es excusa para esta situación ni él es excusa para cómo estoy.
Así que haré las cosas bien. Empezaré por mí. Y cuando haya juntado los pedazos, me dedicaré a arreglar lo que desarreglé este último año. Y a arreglar lo que otros desarreglaron.
Porque puedo. Porque siempre fui fuerte. Porque hasta ahora no hubo una situación que me superase. Y porque ya lo hice otras veces.
Pegué los trozos, zurcí mi piel, remendé mi ropa, levanté la cabeza y seguí. Con dolor, con las rodillas sangrando, renga, llorando, sola. Pero lo hice.
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