El viernes pasado perdí mi mechero.
Un mechero normal, rosita, al que en su momento (cuando era nuevo y deslumbraba) le había dibujado circulitos negros y escrito mi nombre en griego.
Un mechero que compré para que Ex, en ese momento Actual, siempre tuviera mechero. Porque él tiende a perderlos y yo no suelo perder nada. Hasta el viernes pasado, claro.
Entonces cada vez que salíamos, o que iba a verlo, metía el mechero rosita en mi bolso. Y lo usaba él y sus amigos y mis amigos. Pero siempre volvía al bolso.
Y cuando ya no estábamos juntos, lo seguía llevando. Porque me acostumbré a hacerlo, porque la gente se acostumbró a que tuviera fuego siempre.
Y porque cada vez que lo ponía dentro del bolso me acordaba de esa noche, hace dos inviernos.
Estábamos en la sierra, protegiéndonos del frío en la Escuela Taller. Estábamos en círculo mi Ex, Excuñado, Amigodeexcuñado y yo (kikejuancarloscésarana), y Excuñado pidió fuego. Metí la mano, saqué el mecherito rosa y se lo di sin decir ni una palabra (era la época en la que todavía me imponía porque lo acababa de conocer).
Me preguntó si fumaba y entonces Ex le dijo, con toda la ternura del mundo en su voz y su mirada: "Lleva siempre mechero para que yo siempre tenga fuego". Y después me abrazó.
Ese mechero es esa noche, esa mirada de ternura, esa sonrisa en la cara de Excuñado mientras escuchaba la historia, esos recuerdos.
Y ahora mi precioso mechero cargado de recuerdos está perdido y solo, sin nadie que lo guarde cuidadosamente en el bolsillito del bolso ni lo arranque de manos que intentan secuestrarlo.
La dureza de lo cotidiano.
ResponderBorrar¡Qué belleza!
Digamos que intento hacer de lo cotidiano algo extraordinario...
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