28.1.11

Crux.

De todas las cosas aparentemente pequeñas que extraño (los piropos, los sandwiches de miga, la multitud de golosinas de chocolate y dulce de leche, el sentido del humor), la que más extraño y que apenas me había dado cuenta de ello es la Cruz del Sur.
Durante años levanté la cabeza y ahí estaba ella. Cinco estrellas que indicaban el sur, cinco estrellas que sorprendentemente se veían a pesar de la contaminación lumínica de Buenos Aires.
Cinco estrellas que tomaba como algo permanente, casi lo único que podía reconocer en ese cielo lleno de luces sin nombre.
Pero en Europa no se ve la Cruz del Sur.

27.1.11

Make yourself.

Mi papá me dio muchas lecciones a lo largo de mi vida.
Cuando era chica, trabajaba para un molino harinero. Había trabajado ahí desde los 16 años. El trabajo le obligaba a estar separado de nosotros de lunes a viernes, todos los meses, durante cuatro o cinco años.
Para un Día del Padre, le hice un portarretratos con una foto de mi hermano y de mí, para que lo ponga sobre su escritorio y pueda vernos todos los días. Nunca se lo llevó.
Un día, llegando a casa, le pregunté por qué no quería nuestra foto estando a 700 km casi todos los días. Me dijo que si llevaba una foto nuestra y la ponía sobre su escritorio, su jefe pensaría que estaba cómodo en su puesto, que había puesto una foto de sus hijos porque sentía que ese lugar era permanente, y que si era así nunca lo trasladarían a Buenos Aires y seguiría viajando cada viernes por la noche a casa y de vuelta al trabajo cada domingo por la tarde.

Unos años más tarde, después de que lo trasladaran a Buenos Aires, decidió dejar el trabajo y empezar a trabajar en un negocio familiar. Ganaba un poco menos, tenía muchas más preocupaciones y obligaciones, pero era su propio jefe. Y puso una foto nuestra.

2003. Viene a España, solo, a encontrar trabajo, casa e instalarse. Después de mucho buscar, encontró un trabajo que le gustaba y para el que estaba capacitado. Pero no ganaba lo suficiente, así que trabajaba en la Fundación por la tarde, y de madrugada hacía pan en una panificadora y después lo repartía. Estuvo meses durmiendo de 21 a 3 y de 10 a 12, trabajando el resto.
Por la mañana volvía a casa con roscas que había hecho él mismo, con quemaduras del horno e historias sobre pueblos imposibles con caminos tortuosos.
El horario nocturno era demasiado para él, con sus casi 50 años. Además, después de un año de vivir solo en un país extraño, finalmente estábamos ahí... pero casi no nos veía.
Empezó a trabajar en una fábrica de embutido. Le aumentaron las horas en la Fundación. Se dedicó a ser asesor de empresas en riesgo de quiebra. Lo ascendieron en la Fundación. Dejó la fábrica de embutido. Más horas en la Fundación. Dejó algunas empresas. Lo volvieron a ascender.
Ahora es el director de una empresa especialista en formación. No su empresa, la de otro. Tiene muchas preocupaciones, poco tiempo libre, un humor de perros.
Ni una sola vez tuvo una foto nuestra en ninguno de esos trabajos.
Ninguno le gustó lo suficiente.
En ninguno estuvo cómodo.
En ninguno quiso quedarse.
Pero lo hizo por nosotros. Y lo sigue haciendo.

24.1.11

"Siempre fui mejor amante que marido; se me hace más romántico añorar lo perdido que agarrarme a lo que tengo, me gusta rescatar tesoros de galeones hundidos y bucear por las bodegas de carga, aunque sepa que esos barcos no volverán a surcar los mares, y también tengo por costumbre poner trabas en la aduana a quien intenta amarrar de buenas a primeras su velero cuando el viento lo trae a mi muelle."
El Cable Azul


Gracias.

21.1.11

Off.

Acabo de volver de pasar una semana en Lausanne (Suiza), disfrutando de la Erasmus que nunca tuve ni tendré.
Estuve en un país extraño, con unas costumbres rarísimas, unos horarios diminutos, un idioma que no entiendo. Me relacioné con gente de todo el mundo, todos ellos músicos, siendo una especie de observador imparcial, alguien que mira todo desde fuera pero que realmente no importa.
Estar lejos de mi familia, mis amigos, mi pareja, el país que adopté como propio, mi idioma, mis calles, mis códigos comunes, comunicándome en un idioma que no era ni el mío ni el suyo, ajustándome a nuevas maneras de vivir, hizo que me diese cuenta más que nunca que tengo que salir de acá.
Salir de esto, de estas calles, de esta ciudad, de este país.
Alejarme, coger perspectiva, reencontrarme, cambiar.
No soy de ningún lado y por eso puedo ser de todos, por eso necesito ser de todos.

Me aterroriza que este año termine.
Me aterroriza alejarme de esta rutina de clases y trabajos, de prácticas y enseñanza, de adquirir conocimiento que ya apenas me interesa adquirir. De este circo que es la Universidad, mi Universidad, mi facultad, mi clase. De esta ciudad que fue mi ciudad durante cinco años, de estas rutinas, estos viajes en bus, estas compras, cinco años en el mismo supermercado, con los mismos cajeros, con la misma gente en sus colas, con sus mismos productos.
Me aterroriza alejarme de lo conocido y enfrentarme al futuro que ni sé si existe, pero lo necesito.
Necesito tener retos, necesito alejarme de esta conformidad que se instaló en mí con 23 años, alejarme de lo que yo misma creé para mí. Dejar de ser quien dije que soy durante todo este tiempo, ver si en realidad no soy otra, no quiero otras cosas.

"No has estudiado una carrera para..." Quizás sí. Quizás he estudiado esta carrera porque me gusta, porque era lo único que me interesaba y no me llevaba directa a la enseñanza, porque me gusta vivir en este mundo, aunque sepa que es casi imposible ser parte de este mundo. Así que quizás sí estudié esta carrera para trabajar de dependienta, para cuidar los hijos de otros en un país extranjero, para viajar lo que pueda, para no establecerme nunca.
Quizás debería intentar no pensar en lo que se supone que debería hacer con mi título una vez que termine, no pensar en buscar trabajo "en el sector", no montar nada con amigos, no matarme por entrar en algún canal de televisión de los que actualmente hablo mal, porque quizás mi felicidad no está en eso.
Quizás lo mío es otra cosa. Quizás lo mío sólo es huir, pero mirando atrás.
Quizás esta es la enfermedad de mi generación: empezar cosas que nunca terminamos, terminar cosas sólo porque es lo que tenemos que hacer, hacer la escala "bachillerato, Selectividad, carrera, trabajo, piso, familia" y sonreír mientras tanto porque eso es lo que nos dijeron que era lo correcto, lo que cualquiera desearía.
Quizás sólo necesito un año.

Un año. Otro país. Pensar. Decidir.
O quizás sólo escapar.

9.1.11

Pampa.

Quiero absorber las llanuras infinitas con mis ojos,
para reemplazar estos paisajes de montañas, sierras y olivos.

4.1.11

Nuestras conversaciones son distintas, más adultas.
Él me confiesa que quiere tener una relación, sentar cabeza, pero no encuentra con quién.
Yo le hablo del miedo a quedar destrozada cuando esto acabe.
Hablamos en voz baja, dando vueltas por un barrio cuyas casas vimos nacer, mientras cae la niebla e intentamos contener las lágrimas uno, convencerse de que sigue igual el otro.