31.3.10

Guido.

Hace un tiempo me preguntaba quién sería el amor de mi vida.
Y creo que ya lo sé.

Me di cuenta de que todos los chicos que me gustaron de verdad, a primera vista y locamente, son diferentes versiones de mi mejor amigo, y amor de la infancia.
Lo conocí con 7 años. La primera imagen que tengo de él es de uno de los primeros días de clase en mi colegio nuevo. Se bajaba del coche del padre, llevaba un guardapolvo inmaculado y el sol le daba en el pelo rubio.
Me gustó desde el principio, y estuve enamorada de él hasta los 10 u 11 años. Se convirtió en mi gran amigo, el que siempre estaba, mi compañero permanente de trabajos prácticos.
Fuimos al Leloir juntos, él siguiendo mis pasos.
Nos sentábamos juntos y dividimos el banco en dos para que cada uno pudiese escribir lo que quisiese pero en su parte. Le pasaba las respuestas en el exámen de Inglés, él a mí en el de Matemáticas. Nos pasábamos las clases hablando, sobre todo las de Inglés. Me hacía las cuentas porque sabía que no me salían. Compartíamos un par de guantes y nos dábamos la mano libre para mantener las manos calientes en invierno. Siempre me preguntaba si no me había "comido" a nadie y lo odiaba por eso. Cantábamos canciones por lo bajito y me abrazaba cuando se lo pedía, sin preguntar por qué.
Hablábamos durante horas por teléfono, e incluso hacíamos la tarea via telefónica. Cada vez que iba a su casa a comer la madre me servía algo que no me gustaba, pero me daba igual porque me encantaba ir a su casa. Nos encerrábamos en su habitación a trabajar y estoy segura de que la madre creía que estábamos juntos o algo.
Me regaló un corset precioso para mi cumpleaños de 15. Venía a dormir a casa y daba igual todo. Mis amigas estaban enamoradas de él, y a mí me molestaba porque era mío y de nadie más.
Lo quería como a nadie más, como a nadie antes. Sabía mis problemas amorosos y aunque daba unos consejos horribles, los escuchaba igual.
La última época intenté, en uno de mis movimientos recurrentes, alejarme de él haciéndole daño para no partirme en pedazos cuando tuviese que venirme. Aún así estuvo ahí, me aguantó como nadie y un par de días antes de subirme al avión vino a verme a casa de mi abuela, comiendo helado de dulce de leche. Cuando tuvimos que despedirnos... Lo abracé, lo besé y no miré atrás.
Nunca miré atrás cuando me despedí de mis amigos. Intentaba que no me viesen colapsarme, que les fuese más fácil dejarme ir, pero me rompía el corazón cada vez que los abrazaba por última vez. Sigue haciéndolo al recordarlo.
Vino a verme hace dos años. Y no lo aproveché bien. Me castigo por eso siempre que puedo.
Dormíamos juntos, hablábamos hasta quedarnos dormidos, salía con mis amigos, hacíamos turismo. Pero de alguna manera sentía que invadía mi espacio al juntarse mis dos mundos. Fui una egoísta y desperdicié una oportunidad increíble de tener a una persona a la que adoro cerca.
A pesar de eso cada momento fue único.
Dios, como lo quiero.

Nunca encontraré a nadie como él.

27.3.10

Sé que estás ahí, pero no puedo verte ni tocarte.
Sé que respiramos el mismo aire, pero no te encuentro.
Te siento del otro lado, pero te seguís escondiendo.

Tu vida no se toca con la mía, tus fotos son las fotos de un extraño y seguís empeñado en no entenderme, en no creerme lo que te digo, como si todavía te sorprendieses de dónde estamos.

Entonces hacemos planes independientes, planes lejos del otro, cada vez más lejos. Hacemos como que no nos importa, como que no hay un sentimiento de abandono cada vez que hablamos de cosas que nos alejarán.

Y ahora necesito alejarme de eso, porque si sigo pensando en todo esto...

23.3.10

Mensaje de amor.

Reniego de tu nombre entero. Me parece de señor, de pipa y butacón, de bigote espeso y peinado con gomina, de bigotera como Poirot.
En cambio sos mi niñochico con mil voces, dedos largos y sonrisa perenne, un ser con el nombre reducido, con nombre inventado, con una sensación más que un nombre.
Y entonces te quiero. No, no, "entonces" no. Y por eso te quiero.
Intentaba dormir, con la luz encendida y mirando al techo -a veces pasa que tengo que tener una sensación particular antes de intentar dormir de verdad- cuando recordé frases y momentos, y supe que.. ¿qué supe? Quizás que ahora mismo vos dormías como yo, desnudo, a 1.745 kilómetros. O que algo cálido y suave se me instala en el pecho cuando pienso en vos.
Me enamorás con cada frase. Y eso que sabemos que no hay manera, que no hay lugar, que no hay tiempo, que no hay posibilidades para nosotros. O quizás precisamente porque sabemos eso.
Quizás porque nunca hubo especulación, nunca hablamos sobre el tema, nunca nos dijimos lo que nos pasaba con el otro hasta que nos llovió encima y nos sentimos vivos.
Porque me sentí viva.

22.3.10

Pequeñeces primaverales.

La primavera está llegando.
Huelo a azahar desde mi sexto piso, a través de la ventana abierta.
El aire es tibio.
Duermo desnuda bajo el edredón.
Tengo una cicatriz ligeramente curvada en el dorso de la mano, debajo del meñique de la mano izquierda.
Como chocolate, pero ya me apetece más yogur con cereales.

21.3.10

Kamikaze emocional.

Intenté refrenarme, dejar de publicar intimidades, dejar de dar munición, dejar de preocupar al personal, dejar de mostrar.
Pero no puedo.
Hace unas semanas me preguntaron a quién había que creerle, a la que escribe acá o a la que habla fuera. Es como preguntarse a qué parte del perro hay que hacer caso: a los ladridos o a la cola moviéndose.
A las dos. La respuesta es a las dos.

Y en estas semanas pasaron cosas, claro que pasaron cosas.
Tuve conversaciones importantes.
Trabajé en proyectos que me gustan.
Dormí muchas noches fuera de casa.

Tuve un aniversario. Un año desde la primera vez que vi los ojos transparentes de Chicomar mirándome desde el andén de la estación de autobuses, yo con camiseta y uñas rojas, él con su camiseta de los Thundercats.
Es increíble lo rápido que pasa el tiempo. Pero, sobretodo, lo mucho que cambié desde ese día.
Releí los mensajes que nos mandamos el día antes de que fuese y en el viaje de vuelta, y volví a oler el olor a azahar y a sentir el calor de la vuelta, a las 9 de la mañana. Y también lo vacía que me sentí al entrar en mi habitación, al mirarme los moretones y rasguños en el espejo, al oler el salitre que todavía llevaba en la piel, y al ducharme y eliminar todo rastro de él de mi cuerpo.
Como lloré esos días. Como lloré en los meses siguientes. Como me imaginaba su cuerpo cada noche detrás del mío.
Y acá estamos, un año después. Tan distintos. Tan distinto.

Mis planes para el año que viene se arruinaron. Es muy probable que me quede donde estoy. Y eso no es tan malo. De no ser porque ya me había hecho ilusiones y había imaginado mi vida allá. Cerca de él y de ellos. Cerca de mis raíces más próximas. En un sitio donde estoy realmente cómoda, por primera vez en bastante tiempo.
Ahora tengo que pensar un nuevo futuro, y eso se complica. Un nuevo sitio donde vivir, nuevos compañeros de piso... y decidir qué hago con lo que ya tengo.

No duermo sola. Y en menos de dos meses me lancé a una especie de relación demasiado cercana, demasiado pegada, demasiado asfixiante... con la que estoy extrañamente cómoda.
Nos vemos todos los días y eso no es un problema. No era un problema. No al menos mientras pensaba que tenía fecha de caducidad, hasta que supe que iba a estar acá el año que viene.
Porque ahora ya no sé. No quiero cometer más errores, no con él. No quiero que se transforme en otro EDM. No quiero hacerle daño, ni quiero perder la vida que tuve hasta ahora.
Estoy bien. Bien con él. Pero no con la situación. Eso de que todos nos consideren un pack, de poner incómodos a amigos comunes, de no cumplir ninguna responsabilidad porque esa cama nos absorbe, de no relacionarme con mis compañeras de piso y que me odien más de lo normal.
Y su cara al besarme. Y su manía de tener detallitos como regalarme una varita mágica, o escribirme en un documento de Word por qué me regala cada canción que me regala, o preocuparse de más cuando estoy un poco triste, o acariciarme hasta que me vuelva a dormir aunque él ya no tenga sueño, y dormirse conmigo cuando le digo que si él no duerme yo tampoco.
Todas esas cosas que me hacen sospechar que realmente no sabe dónde se metió, que me hacen creer que tiene esperanza de terminar felices y comer perdices, y eso no va a pasar, porque nunca pasa, y menos conmigo. Pero me desconcierta lo poco que le preocupan ciertas tendencias mías, ciertos mensajes y comentarios y acciones. Lo poco que le parece importar mis sentimientos hacia otras personas y cosas que me alejan o alejarán de él.

Todo pasa ahora. Todo pasa en este momento, porque la vida pasa siempre.
Pero necesito hacer un parón, poder pensar con claridad, decidir qué hacer con mi vida y con mi corazón. Fuera de esta ciudad, de estos amigos, de estas responsabilidades, de este dejarse llevar que me tortura desde hace años.
Necesito volver a mí.

10.3.10

La era virtual.

A veces olvido que hay personas de cuyas vidas ya no formo parte. Personas para las que ya no significo nada.
Por suerte, Facebook está ahí para recordármelo.
Lamentablemente, yo lo sigo intentando.

8.3.10

El cristal por dentro.

Como de esto:
La punta de tus dedos es la nariz de un gato, las alas de una bolboreta.
Se pasa a
esto:
La punta de tus dedos es la nariz de un gato mientras recorrés mi cuerpo, las alas de una bolboreta cuando rozás mi cintura al caminar.

Cosas que nunca publiqué VI.

Creo que todo empezó cuando dejé de creer en la magia.

Cosas que nunca publiqué V.

Mi naturaleza me lleva a no estar sola, pero sólo estando sola puedo definir quién soy, porque cuando estoy con alguien me defino por él. ¿Debería estar sola? ¿Debería mantenerme alejada de las personas para descubrir quién soy y ser esa?
Hace una semana hablaba de lo orgullosa que estaba de mí misma por no depender de nadie, por estar madurando. Y ahora dejo que una opinión de alguien nuevo en mi vida influya mi manera de ser.

Cosas que nunca publiqué IV.

Me curaste y me envolviste en una capa protectora.
Invisible, eso sí, pero que llevaba siempre encima.

Cosas que nunca publiqué III.

"Es raro. Ahora lo que más recuerdo son las cosas aburridas"

Russell, Up.

Cosas que nunca publiqué II.

Me encantó la combinación mallas de camuflaje con camiseta de leopardo. Le unís el pelo amarillo y tenés una chati de manual.


(Autobús Sevilla-Coruña, 18 de marzo del 2009)

Cosas que nunca publiqué I.

La cara de estúpida que se me quedó cuando Amaro Ferreiro pasó por al lado mío y la manera en la que me miró. Como bailo cuando me pruebo vestidos. Las últimas veces. La sensación de calidez de un abrazo en concreto. El sabor de un alimento al pensar en él.

Cosas que no debo decir.

Hay cosas que no digo.
Como que ya no recuerdo tu cara al follar (y me gustaría).
Como que no hay nada peor que semen en el teclado del móvil.
Como que este equilibrio raro de no pensar en el futuro me marea.
Como que de una respuesta dependen tres vidas.
Como que te echo de menos.
Como que estoy en una relación con fecha de caducidad.
Como que me gustaría liarme con vos. Sí, sé que no sos un chico. ¿Y?

3.3.10

Una persona que te dice, totalmente de la nada "fue preciosa la manera en que me besaste aquella noche, Ana" y "me importaría un carajo que no distingas un clarinete de una trompa o no distingir a Bergman de Lars von Trier si pudiera tenerte en mi cama todas las noches" te enamora totalmente.
Y más si en el medio alaba tu manera de escribir y recuerda el título de algo que escribiste hace meses y que tuviste que googlear para saber a qué se refería.